domingo, 28 de noviembre de 2021

Archivo: kodak ektachrome 100





Últimamente he estado buscando, un poco sin éxito, ganas de vivir. De seguir viva. De no... ya saben. No las encuentro por ningún lado, tal vez eso coincide con mi silencio, tal vez eso con mi intermitencia en redes, tal vez con mis pocas ganas de relacionarme y salir de casa. Algunas veces, antes de hundirme, alcanzo a recordar las cosas que me gustan: viajar, bailar, cantar, posar para las fotos, hacer muebles, decorar, escuchar una historia espontánea, tomar jugo de maracuyá frío, poner al sol mis girasoles, escribir cartas a máquina; otras veces no la logro: solo quiero cerrar los ojos, desaparecer, dejar de sentir el ruido, dejar de respirar, hacerme chiquitita y no manufacturar más ideas, más pensamientos, más ansiedades: decirle a mi cerebro que deje de generar impulsos, que se apague. Evidentemente aún no tengo una muerte cerebral y aquí sigo, de nuevo, intentando hilar algunas ideas, sobre todo porque hoy la vida pesa menos.

Tenía un viaje planeado hacía tiempo con Miguel. No sabía bien cómo lograríamos concretarlo pero ahí estaba latente, como esperando un soplo ingenuo de vida y decisión y, claro, una fuerte inyección de dinero, hahá. Bueno, en unos días es mi ceremonia de graduación y en 2 días, exactamente, cumple Miguel. Decidimos celebrar ambas cosas por anticipado, compramos tiquetes y ya era un hecho. Como habíamos rumiado la idea del viaje, ya sabíamos en que hostal queríamos estar, el transporte de Bucaramanga a Barichara, la comida, los mejores lugares para tomar fotos. El día antes estábamos demasiado nerviosos, el vuelo salía a las 5 a.m y eso suponía levantarnos desde las 3 a.m.  No dormimos casi, de los nervios y del mundo de cosas que debimos dejar listas para poder ir: trabajo, llamadas, archivos, inducciones... en fin, la vida adulta que no para de atosigarnos.

El viaje comenzó tempranísimo, con una que otra llamada de clientes por el camino, mucho sueño (muchos sueños allá en esa tierrita polvorosa) y emoción. ¡Cómo nos hacía falta viajar! Llegamos, caminata, todo precioso, sol, hambre, sed, resolver cosas de dinero, pagos y... a disfrutar. Todavía me duelen algo las piernas de tanto subir, bajar, correr, saltar, conocer: sentirme viva aunque fuera 4 días.
Ah, también estaba entusada por mi otro novio (ex), pero esa es otra historia que después les contaré. Estuve muy contenta con todo y lo que estaba pasando y como siempre Migue me anima, me transmite un optimismo de no creer y me retrata tan hermoso que a veces dudo si soy buena modelo, si soy tan hermosa como parece ahí o son sólo sus ojos y su habilidad que me hace ver así. *suspiro*

También siento por estos días una pulsión extraña de ser mamá. No estoy embarazada ni nada pero a veces veo fotografías que Migue me hace o de nosotros juntos y nos digo: cuando un hije nos vea y diga ¡mamá estabas muy guapa! o ¡papá estabas muy joven! y, bueno, es una nostalgia rara de algo que aún no ha sucedido. Creo, además, que es un instinto de supervivencia inconsciente, como si algo en mi cuerpo tratara de "trabajarme" la mente con un futuro para no matarme ahora, para algún día, más vieja, más viva poder ordenarle recordar a mi cerebro y abrir de pronto una carpeta de archivo: Barichara Kodad ektachrome 100, 26 años.

Quizá agradecer vivir otras cosas
Quizá ver hijes grandes 
Quizá envejecer y perder más cosas (como siempre) pero la victoria será siempre poder contar estas historias. A ti. A mí. A Migue. A quién quiera leer o escuchar.


Archivo: Barichara Kodak ektachrome 100

Abrir: