jueves, 30 de diciembre de 2021

La vida como una checklist





Cuando fui a terapia entendí que había vivido muchos años de mi vida cumpliendo una especie de checklist. Estaba como en piloto automático. Pasaba por grandes acontecimientos, conocimientos, experiencias y personas como una especie de zombie. Viví muchos años en modo supervivencia. Tras la muerte de mi papá (en trámites de pensión y burocracia colombiana) todos los años, desde mis 6, debía ir a la notaria a decir que sí, que estaba viva, firmar y poner mi huella. Declarar que respiraba. Creo que la vida entonces era demostrar que estaba viva pero no vivir. Durante un buen tiempo estudié muchas cosas, aprendí idiomas, conocí mucha mucha gente y sin embargo, parecía que solo llenaba una lista (en parte impuesta por mis exigencias y en parte por la sociedad). 

Hoy, a puertas del 2022, debo admitir que muchas cosas de esa lista hoy me hacen reír.

Entré a la universidad a los 16 años. En mis cuentas a los 20 ya estaba graduada. A los 22 ya tenía maestría. A los 26 ya me iba a casar o establecerme en otro país con alguien. . La verdad es que lo mejor que me pudo pasar fue no cumplir nada de esa lista. Me extravié felizmente unos años estudiando Artes Plásticas, otros estudiando Fotografía, otros 5 años haciendo promoción de lectura en la ciudad, leyendo en voz alta para otros, cantando para otros, haciendo títeres para otros, viviendo de y para la oralidad, la lectura y la escritura.

Este año que termina por fin me gradué, pero no solo me gradué: hice un libro, un poemario premiado y reconocido por su calidad literaria por la Universidad y grandes poetas colombianos. Este año, a mis 26, no me he casado, no he tenido hijos (solo perrunos y gatunos), no me he ido del país pero he viajado montones por territorios y paisajes maravillosos de Colombia, no he hecho mi maestría pero vaya que he aprendido en la ilegalidad, en lo cotidiano, en la calle.

Hice caso omiso a esa checklist: fluí. Y por eso me agradezco infinitamente.

Y ustedes, ¿ya dejaron de seguir listas imaginarias, de medirse por metas ajenas? ¿Aprendieron a vivir el propio proceso?

PD: ¡Feliz año! 💥 (Por ahí me enteré que hay personitas que me leen en la selva colombiana 🙀, nada me hace más feliz que tener lectores en lugares poco convencionales. Gracias siempre por leer(nos))

domingo, 28 de noviembre de 2021

Archivo: kodak ektachrome 100





Últimamente he estado buscando, un poco sin éxito, ganas de vivir. De seguir viva. De no... ya saben. No las encuentro por ningún lado, tal vez eso coincide con mi silencio, tal vez eso con mi intermitencia en redes, tal vez con mis pocas ganas de relacionarme y salir de casa. Algunas veces, antes de hundirme, alcanzo a recordar las cosas que me gustan: viajar, bailar, cantar, posar para las fotos, hacer muebles, decorar, escuchar una historia espontánea, tomar jugo de maracuyá frío, poner al sol mis girasoles, escribir cartas a máquina; otras veces no la logro: solo quiero cerrar los ojos, desaparecer, dejar de sentir el ruido, dejar de respirar, hacerme chiquitita y no manufacturar más ideas, más pensamientos, más ansiedades: decirle a mi cerebro que deje de generar impulsos, que se apague. Evidentemente aún no tengo una muerte cerebral y aquí sigo, de nuevo, intentando hilar algunas ideas, sobre todo porque hoy la vida pesa menos.

Tenía un viaje planeado hacía tiempo con Miguel. No sabía bien cómo lograríamos concretarlo pero ahí estaba latente, como esperando un soplo ingenuo de vida y decisión y, claro, una fuerte inyección de dinero, hahá. Bueno, en unos días es mi ceremonia de graduación y en 2 días, exactamente, cumple Miguel. Decidimos celebrar ambas cosas por anticipado, compramos tiquetes y ya era un hecho. Como habíamos rumiado la idea del viaje, ya sabíamos en que hostal queríamos estar, el transporte de Bucaramanga a Barichara, la comida, los mejores lugares para tomar fotos. El día antes estábamos demasiado nerviosos, el vuelo salía a las 5 a.m y eso suponía levantarnos desde las 3 a.m.  No dormimos casi, de los nervios y del mundo de cosas que debimos dejar listas para poder ir: trabajo, llamadas, archivos, inducciones... en fin, la vida adulta que no para de atosigarnos.

El viaje comenzó tempranísimo, con una que otra llamada de clientes por el camino, mucho sueño (muchos sueños allá en esa tierrita polvorosa) y emoción. ¡Cómo nos hacía falta viajar! Llegamos, caminata, todo precioso, sol, hambre, sed, resolver cosas de dinero, pagos y... a disfrutar. Todavía me duelen algo las piernas de tanto subir, bajar, correr, saltar, conocer: sentirme viva aunque fuera 4 días.
Ah, también estaba entusada por mi otro novio (ex), pero esa es otra historia que después les contaré. Estuve muy contenta con todo y lo que estaba pasando y como siempre Migue me anima, me transmite un optimismo de no creer y me retrata tan hermoso que a veces dudo si soy buena modelo, si soy tan hermosa como parece ahí o son sólo sus ojos y su habilidad que me hace ver así. *suspiro*

También siento por estos días una pulsión extraña de ser mamá. No estoy embarazada ni nada pero a veces veo fotografías que Migue me hace o de nosotros juntos y nos digo: cuando un hije nos vea y diga ¡mamá estabas muy guapa! o ¡papá estabas muy joven! y, bueno, es una nostalgia rara de algo que aún no ha sucedido. Creo, además, que es un instinto de supervivencia inconsciente, como si algo en mi cuerpo tratara de "trabajarme" la mente con un futuro para no matarme ahora, para algún día, más vieja, más viva poder ordenarle recordar a mi cerebro y abrir de pronto una carpeta de archivo: Barichara Kodad ektachrome 100, 26 años.

Quizá agradecer vivir otras cosas
Quizá ver hijes grandes 
Quizá envejecer y perder más cosas (como siempre) pero la victoria será siempre poder contar estas historias. A ti. A mí. A Migue. A quién quiera leer o escuchar.


Archivo: Barichara Kodak ektachrome 100

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domingo, 12 de septiembre de 2021

Sangre


Hace tiempo pienso que en las redes siempre hay espacio para todo menos para lo que la gente ha insistido en ocultar por años: menstruación. Desde hace poco más de un año sigo un único hashtag en instagram #menstruation, principalmente porque no sabía que uno podía seguir hashtags y luego porque nada más me interesa, bueno, a parte de los gatos, pero no he seguido ese hashtag.
Esta foto me la tomé el año pasado. Estaba haciendo unos experimentos de narración a través del color y pues qué más colorido que mi propia menstruación. Pensé e hice unos cuántos borradores con esta foto, ¿qué iba a contar?, ¿qué iba a decir además de lo obvio? Bueno, pasaron los meses y eso cambió.

TENGO MUCHAS COSAS QUE DECIR DE LA MENSTRUACIÓN

La primera es que me costó (como a muchas mujeres, imagino) aceptar su ciclo menstrual, no odiarlo, no ocultarlo, cambiar todos los nombres y eufemismos con que la nombran (¡Los odio!): dizque Andrés, el que llega cada mes, dizque "regla", dizque "mis días", dizque "mi día veintiocho" y otros tantos. Los aborrezco, se llama menstruación, se llama sangre.
La segunda es que retomó importancia porque desde hace unos meses no menstruaba y porque he visto estudios, chismes, stories de instagram y preguntas en twitter de mujeres que últimamente no han tenido sus períodos menstruales. Mujeres muy regulares, como yo, que simplemente, de un día para otro, les  dejó de venir. Dejaron de sangrar. 1, 2, 3 meses. Cuatro, algunas. 
Después de descartar un embarazo, claro, aunque desde que tengo el DIU no existe tanto chance de embarazarme, decidí buscar información y encontré que puede ser un síntoma post-covid y post-vacuna covid. Bueno, o una de dos, o me dio covid y nunca supe y esa es la forma de manifestarse en mi cuerpo o tras la primera dosis de la vacuna, faltó mi período menstrual.
La verdá es que comencé a extrañar menstruar. Pasaban los días con mi ropa interior en blanco, algunas veces con un SPM (síndrome premenstrual) no sé si nostálgico o  simplemente descontrolado, esperaba menstruar, ansiosa, colocándome una toalla o un tampón (just in case). No sucedió. La esperé 3 meses, casi y un día empecé a manchar muy poquito y de color café. No duró más de 3 días ese flujo raro y empecé a agendar una visita a mi ginecólogo. Okey, era post-covid o post-vacuna pero no menstruar afecta en muchas cosas:

1. No sé en qué parte de mi ciclo estoy
2. Las toxinas y cosas que desecha el organismo no se van
3. La piel empieza a acumular esas toxinas
4. El humor cambia, el humor estado anímico
5. Las hormonas están descontroladas, no hay forma de regularlas, no se alborotan como en un embarazo (al menos no a mí) pero el mood comienza a variar y se puede perder o ganar peso, ganar acné, estrías, etc.

Yo estaba sinceramente muy irascible. Todo empezó a estresarme, empecé a volverme un poco psicorígida, tal vez como un TOC leve, mucho mal humor y a pesar del ejercicio, no me sentía especialmente motivada ni alegre. Eso empezó a pesar en mi relación, aunque no escaló a cosas terribles. Estaba realmente irritada.

Un día llegó de nuevo. Y llegó tan fuerte. Una  hemorragia con coágulos, más oscura, más dolorosa. Muchos coágulos. Sangre antigua. Sangre que no paraba en 1, 2, 3, 4 días. Un chorro de sangre. Me alegré de nuevo, por volver a verla, pero me dolió hasta lo más profundo. Mi SPM suele incluir antojos, mareo y mucho dolor de huesos. Esta vez quería arrancarme las piernas del dolor y frío concentrados, y tuve un hambre increíble, vértigo y también náuseas. 
Conté algo por twitter y, aunque ya había llenado una encuesta para un centro de estudios ginecológicos sobre efectos post-vacuna, una ginecóloga me contactó para rellenar otro formulario y hacer un estudio.
IMPORTANTE. IMPORTANTÍSIMO. 
No sé cómo pasamos por la vida sin hablar de nuestra menstruación, cómo nos minimizamos, cómo ocultamos algo que rige nuestro comportamiento, nuestras sensaciones, nuestra disposición, nuestra corporalidad casi que TODO el mes. Porque si no estamos menstruando, estamos pre-menstruando, y si no estamos pre-menstruando ni menstruando, estamos ovulando. Tenemos solo 4-5 días de tregua, y eso. 
Con todo, la pandemia fue un año y medio de laboratorio de sensaciones, al menos para mí, donde mi cuerpo y yo, un poco más solos, un poco más en confianza, un poco mucho sin tanta algarabía, ruido, distracción, pudimos dialogar, entendernos, saber cuáles sensaciones predominan en mi SPM, cuáles en mi período menstrual, cómo huele, cómo se ve, qué días tengo la libido más alta, los antojos, las náuseas. Uh, he aprendido tanto de mi menstruación que por eso hago este blog.

Y sí, cliché y todo, "Todo lo que puedes hacer tú, lo puedo hacer yo, sangrando". Qué viaje todo esto.
Les dejo en mi perfil el formulario del estudio ginecológico, por si a alguna persona menstruante le pasó algo así post-covid, post-vacuna.

Nos leemos después, en cualquier día amable de mi ciclo menstrual. Hoy hubo tregua.

domingo, 18 de abril de 2021

Cuánta magia, cuánta responsabilidad// Vol.1

 



El 26 de julio, escribí la entrada ¿Quién se queda con el gato? y el 2 de noviembre Vivir sola 2.0 , ambas entradas son evidencia de que mi relación no estaba pasando por su mejor momento; sin embargo su fin se oficializó a finales de noviembre del 2020. 

Han sido tiempos muy raros. Una pandemia encima, mi tesis, mi actividad en redes, nuestra decisión de probar una relación fuera de los parámetros "normales" de la sociedad, probar un amor más libre y quizá más sensato... la única constante en estos tiempos de desequilibrio, ha sido el cambio.

M y yo nunca hemos perdido contacto. Nos distanciamos, dejamos de vivir juntos como pareja y cada uno se tomó un tiempo para dedicarse a sus proyectos personales y asuntos profesionales. Quizá nunca pensamos que el sentimiento mutuo iba a persistir a pesar del tiempo y la distancia, quizá lo intuíamos levemente pero cada uno debía lamerse sus heridas a solas y pensar quién ha sido, quién quiere ser, en qué se equivocó, cómo puede cambiar y/o reparar el daño... en fin. En febrero hablamos por última vez y decidimos dejar de hablarnos en toda red social por un tiempo y vernos personalmente dentro de 2 meses, más específicamente en semana santa, para hablar y ver qué pasaba. Todas las veces que estuvimos en contacto antes de febrero fueron demasiado especiales, se sentía y se veía flotar algo en la habitación que no entendíamos, algo que escapaba a toda palabra, a toda explicación. Él se ponía realmente nervioso, le sudaban las manos, se reía y se encogía de hombros; me miraba y algo le pasaba en el cuerpo, una especie de electricidad que yo no entendía. Revoloteaban muchas preguntas: ¿esto es amor?, ¿por qué el tiempo no lo ha ido desgastando?, ¿por qué desde hace casi 5 años que nos conocemos parece no terminar la atracción y el cariño?, ¿vamos a volver? UHHHHHHHHH y así ad infinitum. Casi siempre que nos veíamos, terminábamos llorando y abrazándonos mucho, con la cabeza llena de ideas y la mirada llena de cariño. Había muchas cosas por resolver: ¿él se iba a ir del país?, si era así, ¿íbamos a aprovechar los últimos meses que le quedaban en Colombia?, ¿nos íbamos a distanciar definitivamente y hacer el duelo antes de que el cruzara las puertas del aeropuerto? Eran demasiadas cosas.

Mientras tanto, no lo puedo negar, yo no la pasé mal. Salí, viajé, conocí personas, viajé con ellas, tuve sexo... y sin embargo, no sentía que ahí estuviera lo que realmente deseaba. Por fortuna tenía a mi psicóloga para ayudarme a atravesar todas esas facetas y emociones, a descifrarlas y encontrar qué quería realmente. En enero terminé mi tesis, mi obra, y sentí que podía enfocarme en otra cosa, que podía ponerle atención a lo que sentía y trabajar en eso...decidí dejar de salir con personas, cortar relaciones de raíz, relaciones que sentía que no me nutrían, que me desgastaban, me quitaban energía y comenzó un proceso de "deshierbarme": en mi jardín quedó lo que siempre tuvo que estar y, más importante aún, lo que DECIDIÓ quedarse. Entre eso estuvo, por supuesto, M. 

Se quedó sin que yo forzara nada, más bien luchó contra mis resistencias, mi escepticismo, hizo algo de fuerza para no dejarse sacar, supo enfrentar mi terquedad y supo acompañarme a pesar de que yo estuviera totalmente a la defensiva. En esas tensiones y resistencias, me enfermé. Las cosas se complicaron más para mí, con todo el miedo, la frustración, el dolor... no quería dejar entrar a nadie, no quería que nadie me acompañara y quizá con una mezcla exacta de saber dar espacio y al mismo tiempo atención, M se preocupó por mí, por mi salud y me dio la mano en un momento muy delicado. Creo que ambos nos dimos cuenta de que queríamos estar para el otro cuando tocara fondo, que haríamos lo que fuera para asegurarnos de que el otro iba a estar bien y, sin embargo, hicimos un pacto de no hablar de nosotros hasta que la marea hubiera bajado un poco.

Ahora que lo pienso descubrí mi paciencia. No sabía que tenía un amor tan paciente por ofrecer, pero sí sabía quién lo merecía y ese alguien era M. Seguimos sin vernos hasta el 1ero de abril y me sorprendió. Las emociones, mi amor por y para él estaba intacto, como si lo hubiera guardado en una maleta especial, en un cofre. Estaba ahí, sin adornos, con toda la dosis de realidad con la que se puede amar a alguien y sentir eso después de tanto, después del tiempo, de la enfermedad, de personas, de lugares, de una vaivén sin fin de emociones... significaba tanto. TANTO. Me sorprendió no solo mi disposición al amor, sino la suya también. Como fluían nuestras palabras, más sabias, más procesadas, más alimentadas por nuestras experiencias individuales en este tiempo, me sorprendió nuestra madurez, mi forma de ver la situación después del proceso de terapia de casi 1 año, me sorprendió su inteligencia, su ternura, sus detalles. Creo que el amor existe y nunca abandonó estos dos cuerpos. Se reservó para el mal tiempo y una vez pudo desplegarse con toda confianza, no dudó. AH. Qué bello y qué retador. Cuánta magia y cuánta responsabilidad. 

Creo que ese jueves pactamos algo sin decir las palabras exactas. Pactamos querernos, pactamos ser más serios, más enfocados, más comprensivos, más comunicativos, menos orgullosos, menos egoístas, menos individualistas... más equipo.

Por ahora les adelanto esto, el Vol. 2 es mucho más mágico, se los aseguro

P.D: Las personas son personas, con errores, con vaivenes, con sus propios mecanismos y antes de juzgarlos y vetarlos de nuestras vidas, debemos apelar a nuestra intuición, a nuestra comprensión (por más difícil que parezca a veces), con esto no los invito a dejar volver a entrar a sus vidas a personas tóxicas, que los/las hayan disminuido en alguna forma, solo digo que hay muchas cosas negociables, que podemos hablar desde el corazón y hacernos entender y entender al otro y, si hay acciones y compromiso de cambio, dar otra oportunidad. 

jueves, 15 de abril de 2021

Agua salá

 

A .Q,



Me ha costado mucho escribir esta entrada. He comenzado y recomenzado muchas veces y es que tengo atoradas muchas ideas y sensaciones, todas represadas dentro mío, tratando de salir pero algo reprimidas -debo admitir- porque sé que de quién escribo va a leer esto y eso me atraganta. No sé si me importa qué va a decir o qué va a sentir o cómo se va a situar en estas líneas chuecas que pueda dejar aquí, lo cierto es que hay algo que no me deja fluir tanto y, también debo admitir, temo sentirme ridícula (incluso mientras tecleo esto ya me siento algo ridícula) por sentir tantas cosas en tan poco tiempo, por fijar en mi mente ciertas imágenes, por sentir ciertos olores e invocar ciertas palabras al hablar de él, pero bueno, ya estoy cansada de repetirme en diferentes words y blogs que no han visto la luz sobre este tema.

Lo conocí. Ahora que lo pienso siempre olió diferente, se sintió distinto. Lo que  puedo decir es que me caló hondo en muchos sentidos. Cuando pienso en él pienso en varias imágenes que pasan como ráfagas, que se yuxtaponen, que bailan entre sí y que dan una imagen medio borrosa. Solo puedo sentir unas caricias expertas, unos besos muy húmedos -era de esperarse, es una persona marina- y recordar exactamente lo empapada que estuve siempre con él. Me sacudió, me dio vueltas, me embistió como sólo embiste el mar y me cogió desprevenida como solo una ola mal medida al ojímetro puede cogerlo a uno, me hizo llorar, me hizo ir profundo a las sensaciones, a las emociones, al silencio también, a las conversaciones, y me enseño también a vivir en la superficie, en el rumor de lo cotidiano, de lo trivial.

Era un seguidor, leyó mi blog, me siguió en instagram y hasta ahí todo normal. Suele pasar. Digamos que fue lo suficientemente constante pero poco intenso, un día coincidimos en un insomnio y conversamos; creo que ahí mordí el anzuelo. Me dio curiosidad. Me dijo que era biólogo marino y me pareció que eso estaba lejos de todo lo que yo conocía y de las personas que solía frecuentar. Claro, yo estaba en una época en la que estaba harta del mundo, estaba enferma, había mandado a medio mundo pa' el carajo y... contra todo pronóstico, acepté una invitación suya. Ese día lo recuerdo con una sonrisa grande. Habían sido horribles días, de muchas lágrimas e incertidumbre por un posible diagnóstico que me cambiaría la vida para siempre. Decidí darme un respiro y sí que me sorprendí.

Fuimos a almorzar sushi -eso fue una metáfora accidental- y tomamos café para pasar el almuerzo. Yo me sentía medio atolondrada, estaba débil por la enfermedad y tenía sueño, pero recuerdo que él era ese tipo de persona que inspiraba confianza para dormir. No sé por qué pero quería abrazarlo ese primer día, que me consintiera y que me dejara tomar una siestica con él en un chinchorro, en una playita. Obviamente no le dije nada de eso, así que caminamos, caminamos mucho, hablamos demasiado (y qué profunda y deliciosa conversación) por La Candelaria y luego fuimos por otro café. Le di muchas más  horas de las que esperaba darle, le di más energía de la que esperé darle y pronto, lo sabía, le daría mi confianza, la entrada a mi casa y quizá uno que otro abrazo. Apenas llegué a casa, recibí un mensaje suyo. Yo ya estaba enferma de nuevo, migraña y de todo un poco, pero seguía sintiendo ese raro bienestar que dan las personas de agua salada, esa profundidad cómoda que saben dejar.

A partir de ahí empezó una conversación sin final por whatsapp. De cosas triviales, del almuerzo, de la cena, de lo que vimos, de lo que leíamos, de nada, de nada, de nada y de nadar en esa tontería dulce, en ese disfrutar hablar continuo; me dejé sumergir en su trato, en sus atenciones, en su forma tan sutil de hacerme sentir escuchada y especial. Vinieron otras salidas, creo que dos. Había muchas cosas que me gustaban, sus manos, su voz, su altura, su forma de mirarme, de prestarme atención y había muchas otras que me intrigaban, me causaban preguntas (pero preguntas calmas, no de las que no dejan dormir) como: ¿qué se sentirá estar bajo el mar?, ¿cómo son los colores, cómo toca la luz las cosas allá adentro? y ¿qué se siente ser un bicho extraviado, una especie marítima atrapada en esta ciudad? ¿sentirá asfixia? Claro que nunca las hice, tal vez por timidez y también porque disfrutaba mucho dejar fluir nuestras conversaciones en toda dirección no anticipada, sin pretensiones. Pronto lo invité a mi casa.  Pronto me beso. Pronto lo dejé acariciarme. Pronto todo se tornó vertiginoso y me dio de sacudidas como una gran ola. Me zambullí en sensaciones nunca antes exploradas, en besos nunca antes tan húmedos, en conversaciones largas, en días y noches compartidas, en dormir juntos... era diferente y no me causaba ansiedad ni zozobra.

Casi no sentí ganas de huir (que es algo que siempre me pasa cuando me acerco mucho a alguien) y creo que fue la primera y única persona con la que salí y compartí tanto pero no tuvimos sexo, al menos no de penetración. La verdad es que yo estaba tan enferma, estaba pasando por tanto que no tenía muchas ganas de eso, no lo necesitaba y también estaba tratando de desintoxicar mi deseo, de limpiar mi energía sexual. Él lo aceptó sin problemas y nunca me forzó a nada más, siempre respetó esa condición inicial y, paradójicamente, creo que eso era lo que me hacía mojar más: su entendimiento.

Entre nosotros fluía algo siempre. La conversación, las ganas, la humedad de los besos, el juego, mi vagina, su verga, las caricias, los abrazos, las palabras de cariño, los mimos, los mensajes de whatsapp, las llamadas. Todo eran ondas. Ondas de mensajes triviales, ondas térmicas en la intimidad del contacto, de las caricias; ondas de sonido al ritmo de mis gemidos, de sus palabras, de sus susurros, de la respiración entrecortada, de lo que yo alcanzaba a balbucear con sus manos ahorcándome, ondas de movimiento, de mi colchón y su vibración cada que nos acomodábamos en la cama, cada que cambiábamos de posición para acariciarnos desde otro ángulo, para vernos a los ojos, para respirar cerquita el uno del otro y sumergirnos en esa sensación tan poderosa, en la repetición de esas ondas: como si en cada encuentro lanzáramos piedras a un estaque y fuera inevitable, espontánea la consecuencia.

Lo cierto es que hace unas semanas dejamos de lanzar piedritas al estanque. Lo cierto es que ahora que escribo esto, supendimos el contacto porque fluir es un verbo incómodo a veces. Lo cierto es que a veces el agua debe seguir corriendo por otros arroyos, debe buscar otras desembocaduras. Recuerdo la humedad con toda la intensidad que cabe en esta, mi persona hecha de fuego; pero ahora nuestra historia tiene un barco navegando en otra dirección y unas ganas inmensas del reencuentro, por lo menos desde mi puerto, pero no sé si sea pronto, pues todo aquí está salpicado de emociones confusas y, sobre todo, de dos deseos distintos en momentos distintos de nuestras vidas. No queremos lo mismo él y yo, y como todo viaje es totalmente impredecible, por cosas del destino, yo vuelvo a retomar una relación y decidimos despedirnos.

He escrito mucho sobre él, le he hablado a mi teléfono en notas de voz sobre él; lo extraño, sin duda. Debía escribir esto y debía decir que este clavado momentáneo, esta inmersión totalmente inesperada en mi vida, ha sido más que asombrosa. 

Me deja varias polaroids mentales.

Me deja ese rumor de agua salada en la ropa, en la casa, en la cama... me deja ese olor a lágrima en mi mejilla.


P.D: Ambas fotos son suyas, A.

domingo, 28 de marzo de 2021

Lecciones varias // # 1


 

Hola a todos los y las que todavía me leen, a pesar de mi poca frecuencia en el blog últimamente. Para los y las que me leen por primera vez, muy pero muy bienvenidos a este ejercicio de narrar y reflexionar sobre lo cotidiano, de pensarme mi vida y publicarla aquí sin filtros. Si agarran algo que les resuena, si se sienten inspirados a contar su historia, si lo que tecleo aquí de alguna manera les llega al alma, al corazón, a la mente, pueden hacérmelo saber por mis redes sociales (en todas aparezco como @cuatromana) o aquí, en los comentarios. No saben lo mucho que me alegra leerlos y saber que lo que escribo llega a un o una lectora y les hace sentir algo, les hace pensar, les hace sentido. Gracias anticipadas por la curiosidad, por el click que los y las trajo hasta aquí, y nada, un abrazo.

En cuanto a la entrada de hoy, tengo muchas cosas represadas por decir. Quiénes me siguen atentamente en mis redes y chismosean y merodean por ahí, sabrán que he estado en un estado delicado de salud. Ha sido una lucha de casi 2-3 meses, constante, con altibajos, con mucha frustración, muchas lágrimas y mucho pero mucho dolor. He sentido un miedo atroz. Nunca me había sentido tan asustada. Tan confundida. Tan desenchufada de mi realidad, de mi vida, de los otros. Ha sido una cosa extremadamente retadora, densa, difícil y me ha llevado a pensar muuuuuchas muuuuchas cosas. Ustedes saben que la mente maquina sola. El cerebro es un órgano poderosísimo al servicio de nuestra experiencia, nuestra realidad, nuestro cuerpo, nuestra supervivencia y, cuando ésta última se ve amenazada, el cerebro no dudará un segundo en darle vueltas y vueltas al asunto, adelantarse a los hechos, poner las alarmas, instaurar mecanismos de defensa, repensar el problema, darle vueltas otra vez, anticiparse de nuevo a los acontecimientos y así y así y así, sin parar, 24/7, todos los días de la semana. Bueno, de las lecciones más abrumadores que me trae este período de enfermedad, es el conocimiento de mi cerebro. Cómo funciona mi mente. Cómo y cuándo se dispara mi ansiedad. Cómo segrego hormonas, químicos que me hacen anticipar escenarios desastrosos, diagnósticos terribles y devastadores, incluso, me ha llevado a mi funeral, mi muerte, mis allegados y su preocupación, mi cadáver, mis asuntos sin resolver en vida... Uh. Yo quería viajar este 2021, pero un viaje ansioso al futuro todos los días, no es nada divertido.

LECCIÓN 1: MI CEREBRO, EN NOMBRE DE LA SUPERVIVENCIA, PUEDE ENEMISTARSE CON MI TRANQUILIDAD.

Alguna vez leí en un libro -que ahora no recuerdo- que nuestro cerebro es primitivo, no ha evolucionado mucho desde la época de la caza, las tribus y las cuevas, pero cada vez se enfrenta a nuevos y diferentes estímulos, a un mundo que no para, que no da tregua, tecnologías y ciencias que avanzan y no cesan, descubrimientos, nuevos productos, materiales, ideas... etc, y no puede seguirles el ritmo. Termina respondiendo con viejos mecanismos a nuevas cosas, a nuevos problemas y siento que eso pasa siempre. Mi cerebro -no solo el mío- siempre buscará un enemigo, un posible depredador, una necesidad de huir o refugiarse, una respuesta evasiva para preservar la cordura, para preservar un estatus, para conservar una familia o un lugar seguro, para sobrevivir. 

Y bueno, esa era la primera lección que les quería compartir. Sin ganas de sonar a autoayuda o motivacional, les cuento mi experiencia reciente, lo que he estado maquinando los últimos días en esta mente loca que no para.
Ahora les pregunto, ¿les ha pasado? ¿Pueden imaginar cómo es combatir, día a día, con su propia mente, con sus propios químicos, sus propias moléculas?

Una vez más gracias por leer y por llegar hasta aquí y nos vemos en mis redes sociales (@cuatromana), los jueves por stories en instagram y los domingos de blog por aquí.

Abrazos varios, también.




jueves, 4 de marzo de 2021

Familias prestadas


Creo que mi escritura ha estado cambiando, mis temas, tras el proceso de mi tesis, ya no son mis temas o han mutado, se han transformado o, al menos, el foco se ha ido desplazando. Hay una idea que me viene rondando desde hace tiempo y cuyo germen apareció aquí, en este blog, hace 2 años, en un post aparentemente catártico sobre lo que denominé "la peor tusa de todas". Más o menos trata de una de mis amistades más longevas y cuyo fin me cambió totalmente, una amistad que aún recuerdo vívida y de la que atesoro grandes y hermosos recuerdos que con el tiempo no se han desvanecido y que incluso, en la exploración para mi tesis, revivieron en forma de un poema que se está convirtiendo en algo cada vez más y más grande. La idea que me ronda, que involucra esta amistad y esa entrada del blog es que casi todos -por no decir que todos, de veras- hemos tenido o tenemos aún -qué fortuna- una especie rarísima pero preciosa de familias prestadas. Las familias de nuestros amigos, de nuestras parejas y/o ex parejas, las familias no nucleares (tías, tíos, primos), los vecinos de toda la vida -como en mi caso- y ésas, las familias no biológicas, de no consanguinidad, o de consanguinidad de tercer grado, nos conforman como sujetos, nos han hecho o han contribuido de una forma u otra, a ser lo que somos hoy.


Más que contarles mi historia con una de mis familias prestadas, debo confesar que hago esta entrada con un desborde atípico de nostalgia, con la intención de explicarme mejor, de rumiar ideas para un futuro texto (que anticipo será un artículo y tal vez, en una etapa más avanzada, una serie de cuentos) y de inaugurar una conversación alrededor de nuestras familias prestadas, ésas que ya no vemos, de las que aún frecuentamos, de los recuerdos que bordean esa idea, de los momentos que jamás olvidaremos, de esas gentes que nos recogieron, nos acogieron en su hogar, nos brindaron una mano, una palabra de aliento, una distracción, un plato de comida y a quiénes tal vez hemos mantenido bajo llave, de quiénes tal vez nos distanciamos sin mayor motivo o simplemente de quiénes el tiempo y las ocupaciones nos fueron alejando.

Estoy muy segura que mientras leen esto, alguien o 'alguienes', les llegan a la mente y al corazón, fragmentos olvidados de la infancia, olores a sopas, a fríjoles, a chocolates, videojuegos, escenas de salas, comedores, risas... lágrimas. Estoy casi segura.

Hoy he pensado mucho en mis familias prestadas. Sus olores característicos, sus manías, sus costumbres, sus colores, sus muebles, sus maneras al hablar, sus detalles, sus palabras de aliento, sus gestos de cariño. Doy gracias por haber conocido y hecho parte de. Por haberme ganado una silla en la mesa, por ser hija adoptiva de tantos hogares, por esas personas que reconocieron en mí más que una huérfana, que vieron y siguen viendo a un miembro más de la familia: que extendieron sus brazos en dirección a mí y me invitaron con una sonrisa a posar para la foto.

Gracias, no los olvido. Y perdón.  Perdón por alejarlos, por morderlos, por mantenerlos a raya, por hacer parecer que los he olvidado. Esto último no es cierto.


domingo, 21 de febrero de 2021

¿Escritora?



 A veces me hago esta pregunta, me miro con desconfianza y, algo incrédula, me pregunto: ¿soy escritora? Será pretensión, será que soy ilusa, será que tengo mucha autoestima, será que me gana el egocentrismo, será que, será que... ¿será?

La verdad es que es mi oficio. A lo que me dedico, sin pretensión, es a observar muy bien mi alrededor, leer mi contexto, leer los gestos y emociones de los demás (y las propias), me dedico a examinarme con lupa y examinar a los otros, pensar, repensar, darle vueltas al mismo asunto y  luego teclear, escribir, garabatear, hilar algunas frases -que con algo de esfuerzo, dedicación y sensibilidad- pueden llegar a ti, sí, a ti. 

A ti -quién sea que seas-, a ti que me lees en esta ventanita virtual.

Y... ¿cómo vive una escritora? ¿Qué hace? No sé. La verdad es que me he inventado mi propia vida. Mis rutinas, mis quehaceres. Que escribir en la mañana, que leer con un café, que seguir leyendo por la tarde, que analizar películas y series, que ver documentales, que leer revistas, artículos, revisar esto, chequear lo otro, buscar música para relajarme, para concentrarme, que leer filosofía, que hacer listas de palabras que me gustan, que me causan curiosidad, de dichos, frases sueltas, unir lo que tiene sentido, borrar, editar, buscar sinónimos, buscar mejores formas de decirlo, construir imágenes, escribir aquí para calentar, contarles cosas, soltar la lengua, soltar la tecla. Estar conmigo, convencerme de que soy escritora porque si no, ¿qué sentido tiene?

Paso mucho tiempo en mi casa -ahora más con la  pandemia-, mucho tiempo en mi estudio, en el que también invento y creo, hago collage, pinto, escribo en tableros, busco colores y flores para hacer de él un espacio hermoso; un espacio en el que me gustaría seguir permaneciendo y encontrando palabras, frases, imágenes.

La verdad es que soy escritora  porque me dedico a  pulirme en este oficio. Porque lo hago todos los días y porque, bien o mal, tengo lectores, los tengo a ustedes. Escritor sin lector no es nada. Y escritor sin obra... bueno, creo que eso depende de cómo se vea. Por ahora les adelanto que ya tengo mi primer libro: ¡escribí un libro! Se llama Lengüisuelta.

Pronto sabrán más de él. 

📚🌻

domingo, 14 de febrero de 2021

Yo soy mi San Valentín




¡Hola! Me siento a escribir esto rápidamente. Quería aprovechar para contarles que por primera vez, a mis veinticinco años, tengo un vibrador. Es mi primer juguete sexual. Creo que nunca había explorado las infinitas posibilidades de la masturbación y casi siempre me centré en tener experiencias y encuentros sexuales con otros. Sentí curiosidad y me aventuré, digamos que fue un auto-regalo, una forma diferente de conocerme y no solo de darme placer sino también de garantizar y responsabilizarme de mi cuidado y mi sexualidad. Estoy en un momento (creería) definitivo de mi conocimiento personal, no solo por la tusa, por estar soltera, por ser independiente y vivir por mi cuenta, sino que en este tiempo, esta Ximena actual, quiere escucharse más, sentirse más a sí misma y no compartirse tanto (o nada) con otros. Creo que ésa fue la razón principal para comprarme un juguete, también probar y poder reseñar en un futuro (ojalá no muy lejano) otros juguetes y/otras formas de placer en solitario y claro, sentirme más a gusto conmigo -que ha sido mi bandera los últimos años-.

Nada, quería pasar a contarles eso. No recordaba que fuera San Valentín y bueno, de todas maneras encuentro esas fechas un poco tontas e impuestas, pero no está de más decir que el amor más importante es el propio y a eso me dedico, a alimentarlo.

Y ustedes, ¿han tenido o tienen juguetes? ¿Cómo ha sido su experiencia? 👀

Me pueden seguir como siempre en todas las redes sociales como: @cuatromana

Por ahí nos vemos y charlamos, o déjenme un comentario por aquí. Bonito domingo y mucho selflove. 💕 

 

domingo, 7 de febrero de 2021

La tusa más linda

La experiencia de amar siempre será suficiente. Me repito esto mientras siento cómo un amor me atraviesa el corazón y la mente. Y mi voz inmadura también grita: qué gonorrea, qué gonorrea.

Ha sido increíble. Hasta la tusa es maravillosa. Y por maravillosa me refiero a iluminadora, a ufff... reflexiva, a ¿carajo, cómo se supera esta mierda tan bonita?

Es decir, viví 2 años y ½ con un hombre extraordinario. Un hombre que me cocinaba platos deliciosos, un hombre que tenía sexo conmigo sin asco durante mi menstruación, un hombre que en la segunda cita vino a hacerme desayuno porque yo estaba muriendo de cólicos. Si eso no es amor, qué es. Un hombre con el que compartí miles de cosas y puedo verse repetir uno a uno fragmentos de nuestra relación, cuando nos echamos un porro en San Francisco y discutimos de si debíamos cerrar la relación, de cuando él se malviajó y sintió ganas de tirarse por la ventana y dijo que nos vio morir de muchas maneras diferentes, la vez en que el gato se escapó por el techo, cuando consiguió un trabajo que quería, cuando se graduó, cuando mi perro por fin se portó bien y no se escapó e hizo popó afuera y no en la casa, la primera vez que nos bañamos juntos después de ir a recogerlo en el aeropuerto, cuando viajamos a Cartagena (jueputa, qué viaje tan increíble), cuando compré mi lencería roja y la estrenamos juntos, cuando hacíamos ejercicio al principio de una pandemia mundial, los sencillos gestos: sabía que me gustaban las festival de limón y las gomitas, sabía que amaba el aguacate, preparaba los mejores huevos pericos del mundo, esa vez que compramos nuestra mesa del comedor... 
Es como una delicada colección de momentos, un específico y adorable trabajo de curaduría en nuestro propio museo, como en el museo de la inocencia de Pamuk o esa exhibición de la vida de Joe Garner en Soul. Creo que puedo ver cada detalle minúsculo. 
Cuando adoptamos a Lucky, la primera vez que tuvimos sexo anal, la primera vez que tuve un orgasmo suyo, los audios, las conversaciones, el embarazo, cuando me dio una tos horrible y no paró en casi un mes... noche tras noche él me arropaba, me sobaba la espalda, se preocupaba. La primera vez que me orinó duchándonos, los besos espontáneos, los mejores abrazos del mundo que tras unos minutos se convertían en erección, sus manos en mis senos, su lengua en mi espalda, el sudor, las respiraciones acompasadas. Jueputa, que alguien me extirpe la memoria, la pituitaria, ese pedazo de mi alma que le pertenece. Qué gonorrea este dolor, pero qué chimba saber que alguien como él me amó, con todas su fuerzas, que yo lo amé también sin reservas, que conocí una persona tan talentosa y optimista, que nos dimos dos años y medio de ráfagas de pasión, de chispa, de vida: pura vida. 

Y es que esa experiencia de haber amado basta. Es un privilegio. Ojalá a todos los amaran bonito, así duela una gonorrea después. Ojalá les hagan fotos, los presuman, los presenten con las tías, les de orgullo hablar de ustedes, ojalá alguien les quite el tampón, les lave la ropa interior por gusto, por tener un detalle, ojalá alguien se ofrezca a hacer el tinto en la tarde para ustedes, sin azúcar, alguien les haga rollos de canela un jueves, les regale una máquina de escribir, los abrace cuando tengan ansiedad, los llame después de terminar y hablen varias horas y les digan: te extraño mucho y te amo y sé que fallé en muchas cosas... pero lo intentamos y aún anhelo estar en un futuro lejano contigo, porque todo lo que nos pasó fue hermoso.

Ojalá.

domingo, 31 de enero de 2021

Nuevos sitios, nuevos corazones















Esta semana he estado en un montón de nuevos lugares. Me he arriesgado de a poquitos a andar por nuevos caminos, a caminar, ascender, subir calles y montañas, a pisar firme nuevos sitios y corazones, sí, sobre todo corazones. Siento que poco a poco me voy desapegando de viejos hábitos, construyo unos nuevos, imagino otros lugares posibles, nuevas personas y vidas por conocer, me voy encontrando con otras almas que buscan lo mismo, que buscan andar, que buscan descubrir, que quieren nuevas experiencias, sensaciones, están dispuestas a inventar pasos, caricias, sonidos; besos.

No miento cuando digo que esta semana me he sentido viva. Muy viva. Con oxígeno renovado, con nuevos ojos y nuevos paisajes por ver. Estoy empezando a practicar senderismo. Dos veces a la semana subo a pie Monserrate, diviso la Bogotá alta, miro esa ciudad salvaje que habitamos sin darnos cuenta y me quedo absorta pensando en todas las historias que faltan por contar. En cada cuadrito de ciudad, en cada edificio, casa o apartamento, incluso, en cada 4x4, cada habitación... Tantas historias sucediéndose en paralelo, tantos corazones viviendo, llorando, anhelando, extrañando. Ufff. 

Ojalá encuentre más maneras de contar historias. Por ahora seguiré pensándolas desde arriba, llenando los pulmones de aire frío a las 7 a.m.

Me asalta una duda:

¿Serán ciertos esos agüeros que tiene la gente de Monserrate? ¿Será que sí terminan las parejas que suben juntas o se casan? ¿Quién ya lo confirmó?

Bonito domingo.


domingo, 24 de enero de 2021

La Isla


Escribo esto mientras escucho a Jorge Drexler. Acabo de soplarme un rapecito y siento cómo me tranquiliza, me quita la ansiedad, me conecta con este momento precioso. Escribo porque quedé en deuda. Esta mañana agarré la laptop y tecleé, garabateé una entrada y puse  algunas fotos. Quería escribir sobre cartas y el ejercicio que he hecho en los últimos meses de escribir a personas importantes en mi vida; sin embargo en este nuevo estado de mente surge algo más importante, algo que hablé ayer con un amigo increíble: quiero ser asilo.

Asilo, hogar: sí, creo que uno de mis mayores anhelos es convertirme en ese lugar seguro para amigos y amantes, familiares. Un lugar para habitar, para hablar sin ser juzgado, un lugar donde te sirvan chocolate caliente o bebidas espirituosas de todo tipo (según se requiera), dar una cobija, un pañuelo, un hombro, un abrazo, un beso, un mimo, un masaje en la espalda. Quiero y juro que estoy haciendo todo lo que está en mis manos para ser un lugar, un hogar, un afecto constante, una amiga, una confidente... Recibir una llamada y decir: todo bien, ven y hablamos. Quédate a dormir. Quédate una noche, una semana, preséntame a tus hijos, a tus tusas, tus dudas, tus reflexiones. Muéstrame eso que te cuestionas, que no te deja dormir, enséñame lo que te hace dubitar, tropezar, eso que te mantiene a raya de los demás, eso que no te permite ser vulnerable o si no quieres hablar, está bien. Nos quedamos en silencio. O bailamos. O nos distraemos. Muéstrame, yo te escucho, yo te copio, ¿quieres más cerveza?, ¿quieres más tequila? Ufff. Y sí, tal vez es un deseo de tía, de abuela, de madre. No sé. Quiero ser esa amiga infalible, infaltable, la que escucha... eso significa Ximena, ¿sabían? Y eso me hace sentir viva.

Quiero ser, como un amigo músico lo definió en una canción, esa Isla. "Si necesitas una Isla dónde refugiarte/mira hacia aquí/aquí nadie va a preguntarte/de dónde vienes/y lo que quieres/ni por qué eres"

Ven, hablemos. Ven, te arropo. Ven, prendamos la chimenea. Ven. Solo ven.

Quería contarles eso. Creo que este blog también se ha convertido en eso. Muchos de ustedes me leen y me escriben por aquí, por instagram, por facebook. Se identifican con lo que cuento, lo que digo, me preguntan, les da curiosidad... me cuentan también sus rollos, sus líos. Uff. Eso me hace sentir muy bien. No es ego, no es vanidad. Solo es Ximena, siendo lo que etimológicamente es: escucha. Aquí estoy. 

Bienvenidos a La Isla. Gracias por escuchar y gracias por compartirme de vuelta sus dudas, sus reflexiones, su ser.

Un beso y un abrazo.


P.D: Mi amigo aparece en ig como @en_la_parra ahí pueden ver su tremenda música.

domingo, 17 de enero de 2021

¿Cómo vas?

 
Escribo tras pasar los últimos días del año 2020 y los primeros del 2021 viajando. He sabido encontrar experiencias nuevas, paisajes increíbles y personas maravillosas que han hecho de estos viajes una verdadera aventura. Fotos hay de sobra en mi carrete. Polaroids mentales hermosísimas almacenadas en mi memoria. Experiencias sensoriales más allá de lo comunicable. Frío, calor, sol, piquiña, cansancio, energía, pasión... ¿reflexión? Sí. Sobre todo esta última.

Han sido días de desconectarme de volver a la tierra, la naturaleza, el aire limpio, el sonido de los pájaros, los cuerpos de agua (y otros cuerpos) y, aunque no solía orbitar por los círculos "pachamamísticos", he sabido encontrar una especie de camino espiritual sin pose y sin pretensiones; un mero abismarse con entusiasmo y un poquitico -no lo voy a negar- de escepticismo.
He aprendido a decir más: ¡gracias! y ¡gracias! y ¡gracias de nuevo! y aunque no me siento plena, ni especialmente feliz, creo que voy sintiéndome mejor y sospecho que lo bueno no tardará en llegar, sino es que ya está pasando.
He comido delicioso, volvieron mis ganas de escribir, he dado muchos besos, abrazos, he bebido tequila, he soplado rapecito, he escrito cartas a mis seres más queridos y entonces puedo decir que la vida va... y cuando me preguntan: ¿cómo estás?/¿cómo vas?/¿cómo has estado?, siento que no es tan hipócrita decir: Bien. Solo así: Bien.

¡Salud! Feliz 2021.