domingo, 7 de febrero de 2021

La tusa más linda

La experiencia de amar siempre será suficiente. Me repito esto mientras siento cómo un amor me atraviesa el corazón y la mente. Y mi voz inmadura también grita: qué gonorrea, qué gonorrea.

Ha sido increíble. Hasta la tusa es maravillosa. Y por maravillosa me refiero a iluminadora, a ufff... reflexiva, a ¿carajo, cómo se supera esta mierda tan bonita?

Es decir, viví 2 años y ½ con un hombre extraordinario. Un hombre que me cocinaba platos deliciosos, un hombre que tenía sexo conmigo sin asco durante mi menstruación, un hombre que en la segunda cita vino a hacerme desayuno porque yo estaba muriendo de cólicos. Si eso no es amor, qué es. Un hombre con el que compartí miles de cosas y puedo verse repetir uno a uno fragmentos de nuestra relación, cuando nos echamos un porro en San Francisco y discutimos de si debíamos cerrar la relación, de cuando él se malviajó y sintió ganas de tirarse por la ventana y dijo que nos vio morir de muchas maneras diferentes, la vez en que el gato se escapó por el techo, cuando consiguió un trabajo que quería, cuando se graduó, cuando mi perro por fin se portó bien y no se escapó e hizo popó afuera y no en la casa, la primera vez que nos bañamos juntos después de ir a recogerlo en el aeropuerto, cuando viajamos a Cartagena (jueputa, qué viaje tan increíble), cuando compré mi lencería roja y la estrenamos juntos, cuando hacíamos ejercicio al principio de una pandemia mundial, los sencillos gestos: sabía que me gustaban las festival de limón y las gomitas, sabía que amaba el aguacate, preparaba los mejores huevos pericos del mundo, esa vez que compramos nuestra mesa del comedor... 
Es como una delicada colección de momentos, un específico y adorable trabajo de curaduría en nuestro propio museo, como en el museo de la inocencia de Pamuk o esa exhibición de la vida de Joe Garner en Soul. Creo que puedo ver cada detalle minúsculo. 
Cuando adoptamos a Lucky, la primera vez que tuvimos sexo anal, la primera vez que tuve un orgasmo suyo, los audios, las conversaciones, el embarazo, cuando me dio una tos horrible y no paró en casi un mes... noche tras noche él me arropaba, me sobaba la espalda, se preocupaba. La primera vez que me orinó duchándonos, los besos espontáneos, los mejores abrazos del mundo que tras unos minutos se convertían en erección, sus manos en mis senos, su lengua en mi espalda, el sudor, las respiraciones acompasadas. Jueputa, que alguien me extirpe la memoria, la pituitaria, ese pedazo de mi alma que le pertenece. Qué gonorrea este dolor, pero qué chimba saber que alguien como él me amó, con todas su fuerzas, que yo lo amé también sin reservas, que conocí una persona tan talentosa y optimista, que nos dimos dos años y medio de ráfagas de pasión, de chispa, de vida: pura vida. 

Y es que esa experiencia de haber amado basta. Es un privilegio. Ojalá a todos los amaran bonito, así duela una gonorrea después. Ojalá les hagan fotos, los presuman, los presenten con las tías, les de orgullo hablar de ustedes, ojalá alguien les quite el tampón, les lave la ropa interior por gusto, por tener un detalle, ojalá alguien se ofrezca a hacer el tinto en la tarde para ustedes, sin azúcar, alguien les haga rollos de canela un jueves, les regale una máquina de escribir, los abrace cuando tengan ansiedad, los llame después de terminar y hablen varias horas y les digan: te extraño mucho y te amo y sé que fallé en muchas cosas... pero lo intentamos y aún anhelo estar en un futuro lejano contigo, porque todo lo que nos pasó fue hermoso.

Ojalá.

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