jueves, 3 de diciembre de 2020

Ir adentro

Hola. Hace mucho no sentía ganas de escribirles porque ando con fluctuaciones de ánimo tremendas y mucha carga emocional. Casi todos los días lloro y me despierto a eso de la 1 de la mañana con una especie de presión en el pecho. Han sido días difíciles pero voy, y sigo viva. 

En medio de la tusa y lo que ustedes ya saben, he estado llenando un mural sobre mi proyecto de grado, mi poemario y mi investigación personal. He estado tomando fotografías de cómo avanza, de mis ideas y he jugado con colores, materiales y formas. La verdad me ha servido como distracción y para investigarme. Y esto último es de lo que quería hablar. De investigarse a uno mismo. Alguna vez leí -busqué entre mis libros para saber de quién era la cita, pero no lo encontré- que un escritor es una especie de antropólogo de sí mismo y que uno es su objeto de investigación, y sus emociones y eso luego pasa a un plano mayor porque al fin y al cabo habla de la experiencia humana y es por eso que otros, nuestros lectores, se identifican con lo que escribimos. Uh, yo creo que el 2020 ha sido un año muy retador (me siento como mi psicóloga pero es una buena palabra para describirlo) y a mí, en lo personal, me ha traído un "avance" en cuanto a mi investigación sobre mí misma. A veces -y creo que nos pasa a todos- sentimos que no avanzamos, que estamos ESTANCADOS, que hay algo que no nos deja despegar... y, claro, eso ha sido el 2020, la cuarentena, las restricciones, los cambios de hábitos peeeeero, sacando un lado amable, nos ha ayudado a conocernos un poco mejor. Al menos a mí. Con Jessica, mi psicóloga, hemos avanzado un montón y he encontrado patrones, comportamientos, incluso momentos de vida que se repiten o que repito, manías, pensamientos recurrentes y muuuuchas cosas que a la vez que nutren mi investigación para mi proyecto, me nutren como persona y ayudan a entenderme. Y hoy quería escribir sobre eso: a veces no hay un gran avance material (comprarse un carro, sacar el libro, irse de viaje, iniciar un emprendimiento) sino un profundo avance emocional (pillarse cómo y por qué hacemos las cosas, qué nos hace sentir bien, que ya no, cómo queremos, cómo nos incomodamos y por qué, etc) y en esta sociedad de logros, selfies, grandes fotos y publicaciones para instagram, marketing y esa sensación de "triunfo", no se suele valorar ese progreso, ese IR ADENTRO.

No digo que ir a terapia sea todo color de rosa, todo bonito, tampoco. Es incómodo, es doloroso, es agotador pero va dejando pequeñas herramientas o al menos el mero reconocimiento de las cosas (que ya es bastante) No sé si ahora soy una persona mejor -no creo-, pero al menos ahora me doy cuenta por qué o cuándo la cagué o cuándo estoy a punto de decir algo horrible o poco empático. Ahora les pregunto: ¿se han pillado sus comportamientos, sus ciclos, sus formas de evadir o enfrentar emociones?, ¿se han revisado por estos días?, ¿han tratado de ir hacia dentro?, ¿cómo va eso?  

Besos, cosas bonitas y... (vayan a terapia). Nos leemos después.

lunes, 2 de noviembre de 2020

Vivir sola 2.0

Como ya saben, mi ex-pareja dejó la casa hace un tiempo. He escrito sobre lo que significa esta despedida pero no lo he publicado. Algunas imágenes, recuerdos y momentos particulares han ido a parar a mi trabajo de tesis y presiento que esta ruptura va a conformar un poemario completo. Las despedidas/rupturas amorosas son todo un tema. Hace poco terminé  de leer "Así es como la pierdes" de Junot Díaz y bueno, me ha ayudado -más que a superar la tusa- a ver esto como una oportunidad de escribir. Y eso he hecho: escribir. 

Vivir sola DE NUEVO ha sido todo un reto. A dos de mis gatos se los llevó su verdadera dueña (yo sólo fui una dueña temporal) y cada vez la casa parece estar más y más sola. A veces me da pereza y mucha tristeza cocinar solo para mí, levantarme de la cama, hacer las tareas diarias, lavar la loza (¡uff, siempre me ha parecido difícil lavar la loza!); básicamente ocuparme de mí. Siento que vuelvo a caer en depresión y he estado muy cerca del alcohol, los cigarrillos y la marihuana. Para ser honesta, a veces me importa una mierda lo que pase conmigo o con mi cuerpo, pero luego recuerdo que ya pasé una tusa peor, una de 5 años, ¡5 AÑOS! y con un maltrato psicológico terrible que me hizo creer que nadie me iba a volver a amar. Bueno, 4 años más tarde y sí, sí me volvieron a amar, si me volvieron a querer, aceptar, mimar, acariciar, desear y ahora empieza el ciclo del adiós, de nuevo. 
Creo que eso es la vida: bienvenidas, disfrutes y el proceso (que parece eterno) de los adioses.

Hoy comí bien. Después de un guayabo terrible y una borrachera longeva, hoy desayuné y almorcé. Parece simple pero cuesta. También me puse un vestido bonito y escribí esta entrada en el blog. Luego les contaré mi progreso en esto de seguir viva.

Stay tuned.

Besos, nos escribimos otro día. 

P.D: Volví a hablarles en instagram, síganme por ahí. 

 

domingo, 4 de octubre de 2020

Respuesta a: ¿por qué tan perdida?



He abandonado un poco el blog. Siento que todo ha transcurrido tan lentamente que no ha pasado casi nada en mi vida, a parte de la constante pregunta por mi tesis. Sin embargo, ¡HOY ES DOMINGO 4!, ¿cómo no voy a escribir un día 4? 
Así que esta entrada se propone desmentir lo que dije al principio, que "no ha pasado casi nada" en mi vida, porque ahora que lo veo sí, he hecho muchas cosas, solo no tanto como quisiera o tal vez nunca es suficiente para mi cerebro. Haré una lista:

1. Me maquillé y me puse orejitas de gatita jugando con mi sobrina (adjunto fotografía)
2. Hershey ha empezado a adaptarse, a veces duerme conmigo y ya da la cara.
3. Viajé a La Vega
3.1 Visité a mis perros.
3.2 Mi hermana me pintó las uñas de turquesa
3.3 Me puse mi vestido favorito

3.4 Me bronceé las piernas
3.5 Me puse mis shorts favoritos

4. Tomé Cola & Pola (adjunto primicia)
5. Leí un libro en inglés que mi tutor me prestó (lectura en la hamaca)
6.Tomé la cerveza sin alcohol más deliciosa que jamás haya probado (en medio de esto llamado "la  nueva normalidad"
6.1 Fui a un pub con tapabocas y distancia social.
6.2 Pagué la cuenta en un datáfono desinfectado minuciosamente en el pub.
7.Me tomé una foto sexy con mi body blanco
8.Dije adiós a un amor con un poema
9. Empecé a salir con una nueva persona. 
10. Escribí parte de mi tesis.
10.1 Procrastiné mi tesis
10.2 Me frustré con mi tesis
10.3 Me reencontré con mi tesis
10.4 Entendí que es un proceso creativo normal el de mi tesis
11. Escribí esta entrada en el blog

PD1. Gracias a los que se preocuparon, me escribieron y preguntaron: ¿por qué tan perdida? Escribir no tiene sentido sin lectores, o eso creo yo. Gracias. Besos.
PD2. Hoy se cumplen 4 años desde que mi hermano se fue a Australia. ¡Es mucho tiempo!














 

domingo, 23 de agosto de 2020

Amante de los animales



Esta entrada es sencilla. Breve.
Tengo 2 gatos nuevos.

La preciosa de arriba se llama Hershey y un gato gordo llamado Gato, que se parece mucho a Garfield. Los adopté porque una familia debía irse del país y no podían llevar a sus gatos, yo buscaba compañía para Lucky pero no imaginaba recibir a 2. Ha habido muchos cambios en casa, al menos Hershey no está tan nerviosa todo el tiempo, a Gato le fue muy fácil adaptarse. Llevo casi 3 semanas con ellos.
 Creo que me ha ayudado a sentir que algo pasa en medio de esta cuarentena eterna y a pensar que, cuando se vaya M, al menos no estaré tan sola.
 

Entonces mi lista de animales adoptados crece: 3 perras, 1 perros, 2 gatos, 1 gata.

Y sobre ser amante de los animales:

P.D: Síganme en tiktok, también como @cuatromana. Nos vemos después en videos, entradas, tuits, en mi casa ... donde quieran. Un beso.

domingo, 26 de julio de 2020

¿Quién se queda con el gato?



Todos estos días me he sentido fatal y sin embargo me he hecho muchas fotografías. Sonriendo, maquillada, con mis gatos, con otra ropa, en lencería... es como si quisiera comprobar que esa mujer triste que soy por estos días, puede actuar tan bien y ocultar todo ese tumulto de pesares y posar con su sonrisa más "genuina" y brillante. Y no es que lo intente para nadie, ni es que quiera ocultar mi yo ansiosa o vuelta mierda, no. Solo quiero verme en una fotografía y decir: ¿de verdad esa soy yo?, ¿cómo puedo verme así si no me siento así? ¿Les ha pasado alguna vez? 
Bueno, han sido días de ir para adentro. Hace 1 semana que no escribo en el blog y la verdad es que han pasado muchas cosas (dentro de esta aparente realidad estática):
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* M y yo hemos decidido terminar nuestra relación -bueno, más yo que M- y estos días hemos estado charlando amistosamente sobre lo que vivimos y sobre cómo todo se salió de control o se fue a pique. También conversamos unas cuántas cosas sobre logística, ¿quién se lleva qué?, ¿en qué días se va él del apartamento?, ¿esperamos a pasar mi cumpleaños juntos o es mejor que se vaya antes? y lo más importante: ¿QUIÉN SE QUEDA CON EL GATO?
Creo que por eso mi celular está lleno de fotos con Lucky últimamente. Aunque se supone que yo me quedo con él, porque está acostumbrado a este espacio, a su altillo lleno de cajas y cosas por explorar, a las ventanas grandes para chismosear gente y palomas... bueno, no sé si pase algo y M se lo lleve.
La situación no ha sido estresante o tensionante, al menos para mí. Hemos estado tranquilos, compartiendo el apartamento como una especie de roomies con una historia intensa en común, pero la verdad es que  por mi parte la relación ya es insostenible: debo ser sincera y apuntar que desde hace un tiempo no queremos lo mismo, yo digo 'poliamor', él dice 'quisiera estar solo los 2' (y eso, para mí, es UN DESACUERDO ENORME, algo que no estoy dispuesta a negociar), debo decir también que lo económico se ha vuelto un problema, que el amor es amor pero compartir un hogar es facturas, responsabilidades, adultez; debo decir que mi amor se agotó, o se aburrió, o se transformó en algo que no es "ganas de compartir una vida juntos" y también mi corazón juntó decepciones y se tomó un tiempo para preguntarse: ¿de verdad es lo que quiero?, ¿de verdad le hago bien/nos hacemos bien?, ¿si ya no le extraño cuando se va, si ya no le deseo, es genuino seguir diciendo que lo amo?, ¿si quiero vivir otras cosas y le digo adiós sabiamente es como traicionarlo? Bueno, infinidad de preguntas que solemos hacernos en este tipo de situaciones "límite". Lo único que queda es haber sido sincera, haber entregado todo el cariño y no por eso seguir en algo que ya no me emociona mucho, como si fuera un protocolo, una especie de compromiso forzoso. Todo el mundo merece que lo quieran con muuuuuchas ganas y yo quiero que a M lo quieran con el alma y lo quieran monógamente (si es lo que desea).

Sería mentiroso si dijera que no hay dolor o algo de nostalgia por ahí, pero para mí siempre será más importante seguir siendo yo misma, seguir siendo fiel a mi esencia y ser sincera conmigo y con aquellos a quienes amo.
*Días después de charlar sobre nuestra separación a M se le hinchó la cara absurdamente, se inflamó y  tuvo que pedir ayuda a su tío médico. Ha estado mejor, ya se deshinchó, pero es increíble la forma en que el cuerpo somatiza las situaciones adversas, difíciles... como las emociones enferman.
*Me lesioné el talón y la pierna izquierda (también somatizando) y he estado coja hace 3 días -más  o menos-, además de unos calambres terribles en las noches.

Bueno, eso ha sido de mi vida pandémica esta semana, la vida, la necesidad de soledad y el no negociar la esencia.

PD: Mi parte dramática se pregunta: ¿QUIÉN SE QUEDA CON EL GATO?, porque con mi ansiedad y teniendo en cuenta que podría pasar mi cumpleaños #25 completamente sola..., ¿qué me quedaría? 
Mi parte sensata y lógica se responde: Bueno, te quedas TÚ MISMA, BASTA Y SOBRA CON ESO. Eres lo que eres y todo esto lo haces por ti. 

domingo, 12 de julio de 2020

Tener una hermana



Hoy mi hermana está cumpliendo 30 años. Yo no soy particularmente expresiva con mi familia, bueno, tal vez en general con nadie, sin embargo, desde el año pasado y en especial este que va corriendo (y espantando) he tratado de cambiar un poco. Expresar el cariño desde mi orilla, tratar de tocar al otro sin volverme un chicle, que pueda sentir mi cariño, que se sorprenda pero no lo sofoque, no lo abrume. Entonces este es un intento de quererla a distancia, celebrarla pero -más allá de esta relación- es un intento de describir un poco la sensación universal de tener una hermana:

(Hay fotos vergonzosas al final y dos posdatas sobre una serie increíble basada en la relación de dos hermanas "Fleabag")



Tener una hermana es que toda la vida te pregunten si son gemelas. Tener una hermana es preguntarle en una nota de voz qué esmalte usó la vez pasada, tener una hermana es hacerse pistola en lugares y a tiempos aleatorios sin ninguna razón aparente, tener una hermana es reírse casi hasta mearse por un chiste mal contado o una estupidez que caló en el momento justo. Tener una hermana es presenciar su embarazo, sus primeros meses en rol de madre, su avance por la vida con esa distancia que deben tener las hermanas. Tener una hermana es ayudarle a redactar la tesis, ver que se gradúa, ver que su vida avanza y sigue de largo aun si eso significa que abandone de a pocos la tuya. Tener una hermana es empalagoso muy de vez en cuando, es un abrazo en cumpleaños, en navidad y año nuevo (como una especie de protocolo), tener una hermana es calcular los años de diferencia e ir entendiendo menos cómo lograron soportarse con los años, tener una hermana es desconocerse brevemente y recuperar su imagen después de comprobar que las rutinas no han cambiado, tener una hermana es una cuerda que se tensa y se afloja, se tensa y se afloja constantemente, tener una hermana es saber que hay temas que jamás revivirán en la mesa, tener una hermana es no contar con detalles muchas cosas y aún así hacerse una idea más real que la mayoría, tener una hermana es pasar ridículos juntas, tener una hermana es ser imprudente, hacer quedar mal, quedar en ridículo de vuelta, es una carcajada, es casi nunca pedir perdón. Tener una hermana es ser consciente de que es la única mujer a la que nunca has "tuteado" y cuando por error lo haces, te sientes sucia. Tener una hermana es reconocer el cuerpo de la otra casi quirurgicamente, con rayos x, posicionamientos exactos de cicatrices, costras y lunares nuevos. Tener una hermana es una incondicionalidad casi perversa y dolorosa, es nunca ajustar cuentas realmente, es un limbo entre el recordatorio y el olvido de pasadas decepciones y dolores, tener una hermana es tan real que te cagas porque alguien te conoce TODA y porque sabes TODO de ella.  Tener una hermana es -siendo justa pero cursi- inaugurar un lenguaje: un sistema no verbal de comunicación eficaz e increíblemente preciso, compuesto de gestos y el conocimiento de toda una vida compartida, hecha de guiños y "oraciones" largas que tiene perfecto sentido o silencios profundos que solo de ese modo hacen justicia a lo vivido y solo así pueden ser compartidos con alguien que te conoce más que tú.

Tener una hermana a veces es incomodísimo, insufrible, pero en los peores momentos -y de veras me refiero a los peores- es jodidamente reconfortante, ese lugar al que siempre puedes acudir cuando todo se vuelve mierda y necesitas que alguien te hable de un tema aleatorio, te saque de ese estado, te muestre un meme, te haga reír por una bobada, te diga con un gesto que igual seguirás siendo su hermana: que para morir ambas y dejar de sufrir todavía faltan muchas carcajadas.
















PD1: Véanse "Fleabag", me sentí demasiado identificada en cuanto a la relación con mi hermana. Creo que recrea perfectamente la constante ambivalencia fastidio/amor de un par de hermanas. 
PD2: Y para cerrar, una frase hermosa y muy cierta -pero que cuesta mucho decir-, de Claire a su hermana Fleabag.

domingo, 5 de julio de 2020

Postales

Plaza Central, San Francisco Cundinamarca, Colombia.

Respiro. Vuelvo a ver el verde, los árboles. Vuelvo a recostarme en una hamaca, vuelvo a tener ganas de respirar, de seguir viva. Hace unos días tuve que viajar a La Vega para llevar al veterinario a una de mis perras, Mostaza. Le habían salido unos bultitos en la piel, en las orejas y en el pecho y podían ser cancerígenas. Corrí como pude, arreglé todo para venir, traerles comida, medicamentos y llevarlos a consulta. Al parecer no es nada tan grave como pensamos. La verdad es que yo tenía una asquerosa zozobra y mucho miedo, pues la vida de esa perra es mi vida. Sé que algún día van a ocluirse sus días a mi lado pero espero no sea pronto pues aun falta mucho por compartir. Mostaza estuvo conmigo y me salvó de la depresión más tremenda de mi vida hasta ahora y me rescató cuando no tenía nada que me motivara a seguir viviendo. Suena trágico y hasta exagerado, pero así fue. Quienes comparten la vida con un animal y se vuelve tan cercano, saben de lo que hablo. En fin, vine, estoy por unos días aquí y los he disfrutado mucho. Extrañaba caminar tranquila, ver el verde, los árboles, los colores de la naturaleza, sus ruidos, sus climas azarosos, los vecinos ruidosos, el olor a leña quemada, tierra húmeda, savia, tinto a eso de las cuatro y el chisme con mamá. Me volvió el alma al cuerpo. También me ha ayudado con mi tesis, refrescando mi mente, dándome nuevas ideas y ganas de leer y escribir.




De verdad esto me ha hecho sentir viva.

Sentada en la hamaca escribo esta entrada. No solo por antojarlos les comparto algunas fotografías que he tomado en este nuevo aire, sino porque sé, que donde quiera que estén, ta vez sientan a misma asfixia con la que estuve cargando semanas anteriores. Necesitamos oxigenar el alma, en dosis tremendas, casi que atiborrarlo hasta que no quepa más. He sido muy feliz aquí con mis perros, mi familia y el único libro que traje conmigo. Regálense algo de aire con los afectos, la poesía o la naturaleza (pero con cuidado) y espero que algo esta semana les llene el almita.


PD: Sol, la criollita que lleva con nosotros ya 6 años, les manda un beso 😘.

martes, 23 de junio de 2020

¿Qué hubo?



¿Ustedes cómo inician una conversación cuando han estado perdidos por mucho tiempo?
Yo no sé cómo iniciarla con ustedes que me leen porque no he estado perdida por ninguna razón en particular. Bueno, mi tesis, pero llevo una semana descansando de ella también. Aunque... no hay que tener una razón para perderse, ¿o sí? Creo que no me estaba fluyendo la escritura por aquí y decidí parar un poco. Aún así he visto personas pendientes del blog, incluso en esta temporada sin entradas recientes 🙀💕, hay semanas y días con muchas vistas y mucho movimiento por aquí: no puedo creerlo. ¡También nuevas personas de nuevos países!

Por eso, siempre gracias.

¿Qué más? ¿Qué han hecho? ¿Cómo han estado? Yo, aparte de mi tesis, he estado haciendo ejercicio en casa, recuperándome de una tendinitis (ah, bueno, creo que por eso también me perdí, estuve sin ánimo y con mucho dolor), acompañando a mi gato Lucky en la recuperación de una cirugía y... conociéndome más a mí misma. Ustedes ya saben que yo aquí no vendo optimismo barato, la verdad esta situación pandémica ha sido una mierda para muchos, pero si algo me ha permitido -además de enfocarme más en mi tesis- es conocer facetas de mí que no conocía.
Empecé a fumar 🙀, he estado bebiendo más 🙀, he cocinado postres deliciosos 🙀, me he cortado el cabello yo misma ✂-con ayuda de tutoriales- y he descubierto que soy muy feliz dando detalles virtuales o a domicilio a personas que me importan, para hacerles sentir bien y sorprenderles 💖💕 -aún si yo me estoy hundiendo en depresión-. Esto último, en especial, me ha hecho sentir útil. Hacer sentir a otros bien es hermoso, entender que los detalles no solo se hacen con dinero sino con atención, mensajes, disponibilidad para charlar, para escuchar y hacer reír. También he encontrado una faceta de escucha que no había tenido antes. Muchas personas, desconocidas, medio conocidas, amigos y ex amantes me han buscado para confiarme sus emociones y sensaciones, he recibido cantidad de llamadas de auxilio, de ayuda y de: ¡necesito que me escuches o aconsejes! Yo que siempre tengo mi vida despiloteada, caótica... ahora escucho más y doy consejos sabios que no aplico, obvio. Hace poco rescaté a un gato y ayudé a encontrar a sus dueños, vinieron a recogerlo en la madrugada, angustiados y cuando se reencontraron con su gatito desapareció su angustia: fue bello. Creo que me muy hace feliz dar alivio a los demás.

Ayer estuve en una sesión fotográfica después de mucho, con mi gato ya recuperado y con una de mis prendas favoritas, alardeando mis pines que no han vuelto a asomarse por cafés, bares o eventos públicos y... creo que eso es todo lo que ha pasado por aquí.
¿Ustedes qué han hecho? ¿Qué han aprendido (además de que nuestros políticos corruptos han condenado a toda latinoamérica al atraso y a la imposibilidad de dignificar y respetar la vida por encima de todo ante una situación límite como esta pandemia, incapaces de garantizar lo básico para la población y sin la más mínima intención de hacerlo realmente)?

Nos leemos después, buen día, buena tarde, buena noches, buenas semanas, mucha resistencia y mucho apoyo mutuo.✨



lunes, 8 de junio de 2020

Las piernas


Hace mucho que no escribo y no me disculparé. Creo que lo que más me ha dolido en esta cuarentena, además de la indignación y la empatía, han sido mis piernas. Volvió mi tendinitis, vieja amiga, y los cólicos se han manifestado más en un dolor de huesos insoportable que viaja a lo largo de ellas. También me duelen simbólicamente por no posarlas en otras piernas, extrañas, fugaces; en otras paredes; en otros hombros. Por no sacarlas a pasear a bares y cafés, a dar vueltas, a caminar a la Luis Ángel Arango, a caminar  por el barrio, a montar bici, a patinar. Desde pequeña fui patinadora competitiva y, más tarde, bailarina, siempre la conexión con mis piernas y pies ha sido especial: preferiría mil veces vivir sin manos que sin una pierna.

Me duelen simbólicamente. Me duelen de veras.

Los últimos días me he reconciliado con el silencio: no hablo, no llamo, tampoco les escribo por aquí. Últimamente, también, asoleo mis piernas en silencio, creyendo que les falta vitamina D o simplemente el roce de algo caliente, de algo natural, de algo que no sea concreto o ladrillo. Ahí estoy yo, toda piernas, toda extremidades inferiores, dejando que el sol me acaricie, me tueste, me escoza las heridas antiguas y las nuevas que va dejando esta pandemia. Volví a usar mi venda, volví a bailar necesitando de su soporte y hoy, por fin, después de tanto silencio, volví a escribirles a ustedes.
Ojalá pronto, pronto, este par de piernas puedan llevarme a leerles, a conocernos. Sigo trabajando en mi proyecto de grado y cada vez muta y cambia más, más que el coronavirus, creo yo. Ojalá y este blog o mis palabras, o mis fotos, o mis redes, les sirvan de venda, de apoyo, así sea fugaz, para esta situación adversa. Siempre estoy si quieren hablar. Estar en silencio me ha ayudado a escuchar mejor. Cuéntenme: ¿a ustedes qué parte de su cuerpo les ha dolido por estos días?

Un beso piernil.


lunes, 25 de mayo de 2020

La boda de mi hermano








Mi hermano se fue a Australia el 4 de octubre de 2016. Ya van a ser cuatro años. Desde hace 1 y medio está viviendo en Tailandia, con su esposa. Se casó en ceremonia católica este 22 de mayo y lo acompañamos, dadas las circunstancias, por videollamada. Yo era un río de emociones. En la semana buscamos un espacio con mi hermana, mamá, sobrina y novio para escribirle unas palabras a Nelson y su esposa Kero. Si se supone que tengo un don o una facilidad con las palabras, era lo menos que podía ofrecerle en tiempos de distancia. Yo no sabía por dónde empezar. Normalmente al enfrentarme a un espacio en blanco me es fácil llenarlo, más o menos dignamente, sin mucho vacilar o dudar de mis capacidades. No es que la primera vez me salga perfecto, o que no borre, o que no me replantee mis palabras. Solo fluye, como ahora. Sin embargo, me costó conectarme con las palabras. No sé si fueron nervios, si fue duda de mi habilidad o simplemente estaba pasmada por toda esta situación pandémica y con emociones tan encontradas al pensar que la boda de mi hermano se diera bajo esta circunstancia. No sé. Agarré un bloc de notas y empecé a garabatear, a tratar de dar sentido a todas mis emociones, a tratar de plantearme -una vez más- una forma de dar afecto a través de lo virtual, de la escritura. Casi nunca escribo a mano. Creo que a partir de ahí también hubo un cambio. Llené varias hojas de pensamientos desconectados pero llenos de emoción y luego poco a poco les fui dando forma. Solo pensaba que no quería decir lo que todos dicen, desear lo que todos desean en una boda, repetir con plasticidad las palabras, las felicitaciones. Yo no creo en los rituales católicos, ni en el matrimonio, ni en la monogamia, quizá tampoco en la familia... pero, así, escéptica como soy, no puedo dejar de creer en el amor que se transforma, que transforma a quién ama y que persiste y con voluntad se construye para el cambio. Desde ahí comencé a pensar mis palabras: 

En este día especial y todos los días que sorprenden y abren nuestros párpados dormidos, les deseo felicidad. Que cada día renueve sus miradas y les muestre un porvenir próspero y hermoso juntos. En este especial día y todos los que llegan a sus manos a la espera de transformación, deseo que puedan moldear y esculpir aquello que más anhelan. En este día y cada uno de los que vendrán, los abrazo, los felicito y espero, con estas palabras, extenderles a kilómetros, la dicha que siento al saber que están unidos, que comparten la aventura de amarse y que juntos construyen algo hermoso e increíble.
Les deseo paz, sosiego y sabiduría. Plenitud. 

Yo sólo sé hacer esto, expresarme de esta manera. Lanzo, extiendo, alargo una palabra con la esperanza de que el otro la agarre, la sujete, la sienta y se deje acompañar. Con la esperanza de que la combinación le haga sentir algo, vibrar. Eso intenté. Mi hermano es de pocas palabras. Aún no nos dice qué le pareció lo que leyó. Tampoco lo creo necesario. La ternura de las palabras no está en su aceptación o en una respuesta que las valide. Yo solo quise tocar su corazón y si lo logré, solo él lo sabrá. 
También tuve que traducir las palabras de mi familia y las mías al inglés, pues Kero no habla español. La traducción la hice pensando en lo sonoro de las palabras, tratando de que su ritmo al leer en voz alta fuera poético, intenso. Como siempre fue un reto.

Yo solo quería pasar a escribir sobre la boda de mi hermano, sobre la dicha que es saber en la distancia que alguien le ama y le acompaña. Y a saludar a quienes me leen, a pesar de mi inconstancia.
Buenos días y semanas. Espero poder tener el ánimo de escribirles más seguido.






sábado, 25 de abril de 2020

Algo de aire








Creo que necesito algo de aire. Últimamente abro las ventanas, completas, casi siempre mientras llovizna. El olor que se levanta de la tierra mientras se humedece me hace sentir viva. Abro, anchas, mis fosas nasales e inhalo ese pedacito aéreo de libertad. No sé. Me he sentido desubicada en esta cuarentena. Yo siempre me he guiado por mi sentido del olfato: logro descomponer olores de comidas, lugares y personas. Me obsesiona el olor. Esa información llega directo al cerebro desde la pituitaria. La información olfativa tiene preponderancia -sabrá Belcebú porqué- sobre otros datos percibidos por el cerebro. Tal vez la facilidad de conexión, el no tener intermediarios implicados, los  hace perdurar y hacerse espacio a la fuerza en nuestra memoria. Se forman los recuerdos olfativos o asociados a un olor. Creo que por eso son tan fuertes.
Al oler, al llegar a un lugar y sentir el aroma, de repente nos transportamos, vivimos el recuerdo desde el olor, aún cuando no sabemos con precisión a quién o qué le pertenece, pero parecemos inmiscuirnos en una atmósfera diferente, cambiar de mundo por milisegundos e inundarnos en él. Recordando, recordando, haciendo memoria logramos dar con el clavo: un antiguo amor, un árbol que había en la finca en nuestra infancia, una comida preparada por la abuela, la colonia de papá, el ambientador del carro, las flores de un funeral.

Desde el inicio de la cuarentena, he perdido la capacidad de oler gran variedad de cosas. He dejado de sentir en mi nariz muchos condimentos que no uso en casa, colonias de hombres desconocidos por la calle, perfumes, aromatizantes, inciensos, sahumerios, arepas y frituras, chontaduros, mango biche callejero. Siento cómo se escapa de mi nariz la posibilidad de husmear, hacer hipótesis, percibir al otro fuera de su imagen, su contexto, su color, su tacto. Por ahora solo puedo oler lo que llega a casa. El aroma de lo que cocina la vecina, casi siempre con carne, casi siempre con comino. Solo puedo percibir esa tierra húmeda que total, en su viaje a mi apartamento, el último piso de la torre, llega desgastado, cansado, sin su fuerza inicial...si tan sólo estuviera abajo, en el andén oliendo llover.
He vuelto a fumar. Soy fumadora muy esporádica. Más bien social, no, más bien selectiva de personas con las que vale la pena fumar. Son pocas las que me han visto con un cigarrillo entre los labios. Creo que volví a fumar en mi desespero por sentir algún olor. Por tratar de sentir el humo, el algo diferente, el recuerdo de las ebriedades, de las músicas, de los bares, de los romances nocturnos lejos de casa, del ambiente etílico.
Me canso de oler lo mismo. Mis cobijas, mis sábanas, mis fluidos cuando me masturbo, mi detergente, mi jabón de loza, la canela en polvo, el jengibre. Me canso de solo oler mi chocolate con clavos, mi mantequilla de maní, a veces mi fruta, mis arándanos, mis kiwis, mi papaya, mis feijoas. Allá afuera hay un mundo que huele y se me escapa. Abro la ventana para oler el afuera. Huelo a mi gato cuando sé que estuvo asomado a la ventana un rato. Tengo ansia nasal de mundo. Tengo ganas de olerlo todo. De redescubrir gentes y humores, sudores, olores, amargos, dulces, agrios, cebolludos. Extraño ese mundo que podía abarcar y memorizar desde mi pituitaria.

martes, 21 de abril de 2020

Mi arrocito en bajo




😿


Típica expresión colombiana que en el refranario bogotano del periódico El Tiempo se define como:


un arrocito en bajo. Vulgarismo empleado para aludir a quien, de manera calma y sin prisa, aguarda por el desarrollo de una situación, por lo general de ‘flirt’ o galanteo, o espera por un ascenso o una contratación laboral en silencio.

La verdad es que es más común ver que se emplee para aludir a amores o posibles romances que se están “cocinando” a fuego lento, sin mucha prisa y que en algún momento estarán listos para comer. Sea lo que sea que signifique esto. En realidad no hace falta mucha imaginación para encontrar la conexión, pues existen expresiones populares como “me la/lo comí”, “nos comimos”, “me quiere comer”, siendo el verbo de alimentación comparado con el de procreación o fornicación. Sin embargo, no habría porqué generalizar. Un arrocito en bajo puede culminar no sólo y exclusivamente en la alimentación de quién lo cocina sino, sea el caso, en una relación formal a largo plazo o un matrimonio: hacer parte del rico y balanceado consumo diario de nutrientes.
El término ha sido tan aceptado, tan entendido y apropiado por la mayoría que ha resultado ser título de varias columnas de opinión y artículos en la prensa colombiana, en medios como ‘VICE’, ‘Vanguardia’, revistas de chismes como ‘TÚ’ o de moda como ‘FUCSIA’ e incluso ha sido el nombre de capítulos de series de televisión, como ‘Tu voz estéreo’ de Caracol Televisión. Ahora, en época de cuarentena nacional, la expresión ha resurgido y ha tomado protagonismo en varias redes sociales. Especialmente en Twitter. Y es que con el distanciamiento social la pregunta por el contacto, los amores que quedan suspendidos o en pausa, los “ligues” no concretados y sin posibilidad de concretarse se ha vuelto un punto de reflexión constante para muchos por estos días.
Y… ¿cómo se prepara un arroz? Bueno, formas hay muchas. Con o sin aceite. Primero el agua o primero el arroz, con cebolla, con zanahoria, con fideos. Arroz con pollo. Arroz atollado. Variedad y diversidad como en el amor. Sin embargo, en esta expresión popular se alude al volumen del fuego, a la lentitud de la preparación y a la imposibilidad o, más bien, la espera de la ebullición. En términos coloquiales al hervir del arroz o la ebullición, se le dice: “cuando haga ojitos” –especialmente usado por las mamás o abuelas– haciendo referencia a las burbujas que empiezan a brotar en la cocción. Esta expresión, coincidencialmente se encuentra con otra, en el nivel también romántico/seductor de “hacer ojitos”: guiñar el ojo, invitar a una charla con la mirada o indicar un gusto solo desde el contacto visual. Tal vez esa ebullición del arroz en bajo es confirmar con “los ojitos” que es mutuo, que se puede llevar a feliz término, que se puede comer. La cúspide aparente de la preparación.

También preguntarse por la expresión popular es ahondar en la noción que se tiene de cortejar, conquistar, ligar o flirtear. ¿Cómo lo hacemos? ¿Cuál es el punto de ebullición máximo de un ligue o una conquista? ¿Por qué el arrocito en bajo es eso: un diminutivo, un ‘a fuego lento’, sin prisa o sin aparente afán de concresión? ¿Existe una idea prefijada de que los ligues, las conquistas o los coqueteos deben terminar de “cocinarse”, deben tener un fin último, servirse, emplatarse y comerse? Por otro lado, también tiene que ver con el símbolo del fuego. El fuego que se ha representado o volcado hacia el ámbito de las pasiones, con otros dichos o refranes como “la llama del amor”, “encender la llama”, “se nos apagó la llama” o incluso “la chispa”, todos términos provenientes del símbolo, de la idea que tenemos de dicho elemento asociado al calor, al disfrute, al goce corporal, carnal y pasional y que, dicho sea de paso, ha inspirado muchas de las baladas románticas, vallenatos e incluso canciones de reggaetón.
Bueno, desde la etimología, la expresión no nos dice mucho. Arroz en latín se dice oryza que corresponde al tipo de especie de planta de cultivo, siendo oryza sativa el tipo de arroz cultivado en Asia y el oryza glaberrima el africano. ¿Y el arroz colombiano? Bueno, según Fedearroz y varios investigadores, Cristóbal Colón en su segundo viaje a América (1493) trajo semillas que no germinaron. Sin embargo, en 1580 hubo siembras en el Valle del Magdalena, en Mariquita, Tolima. En 1778 fue introducido en Antioquia, específicamente en San Jerónimo, y ya para 1908 fue extendido para su cultivo a gran escala en los llanos orientales, que hoy siguen siendo líderes en su producción en el país. Para este último, en los llanos, la mano de obra fue de prisioneros y enfermos, carácter triste de la historia arrocera en Colombia y que quizá, inconscientemente, tenga algo que ver con la idea interiorizada que tenemos del amor sacrificial, de moribundos y “enfermos de amor” que aran tierras para su amada imposible o lejana. Ahora que lo pienso hay muchas canciones que aluden a la relación agrícola que tenemos con el romance, a saber “quise cultivar un amor y me he quedado solo/creo que sembré en tierra mala o no supe sembrar” de la canción Tierra mala de Los Chiches del Vallenato, grupo que nace en Colombia en 1987.

Entonces esto es lo que nos queda en nuestra pobre educación sentimental colombiana: Nuestro arroz, nuestro arrocito, se enfrenta a una plaga incontrolable que amenaza su germinación. Falta mucho para cocinarlo, el fuego necesita cercanía –imposible en el aislamiento–, la cocción quedará suspendida o en pausa, o se hará lenta, lenta, cada vez más lenta –con posibilidades de nunca hacer ojitos o hervir– y si hay un mañana, tal vez, nos figuró hacer calentao, como dijo un tuitero por ahí. Pero eso solo queda rico con el arroz de verdad.




viernes, 17 de abril de 2020

Cariño frondoso y silvestre

Ilustración hecha por @salo.cadi para mi mamá en su cumpleaños #55 (Síganla en instagram)

El jueves 16 de abril cumplía años mi mamá. Cincuenta y cinco años. Por las circunstancias, el virus y todo lo que desencadenó, tuvimos que celebrarlo separadas. Mi mamá vive en San Francisco y nosotros aquí en Bogotá. Como parte de toda esta reflexión de los afectos y la virtualidad, las videollamadas y la pregunta por el cómo hacer sentir querido, amado, apreciado y atendido a alguien en la distancia surgió la idea de mandar a hacerle una ilustración como regalo. No pensé en nadie más que en Salomé, una increíble artista, quién compartió algunas clases conmigo en la universidad y que ya lleva un buen tiempo ilustrando cosas hermosas. Entonces empezó la investigación: ¿quién es mi mamá? ¿Qué le gusta? ¿Qué colores? ¿Cómo hago para ayudar a Salomé a representarla? Muchas preguntas y, para ser franca, mi mamá es rara. Rarísima. Bueno, ese era un inicio.
Una de las orquídeas de mi mami, de sus favoritas
Tan rara como las orquídeas. Atípica. Silvestre e indómita. Empezaron a surgir adjetivos para  mi mamá.  

Empezamos a hacer un boceto hablando y viendo fotos con mi hermana por whatsapp, mirando y encontrando puntos en común sobre nuestro personaje: Lucía. Mi sobrina también se involucró. Tiene 10 años, es amante de la ilustración, dibuja muy bien y creo que sueña con ilustrar de grande. Todas nos emocionamos. Mi hermano en Tailandia, algo incomunicado no formó parte del proceso. La verdad es que las 16h que nos lleva Tailandia hacen difícil la comunicación, y el coronavirus, todo. Echamos a andar el plan una semana antes. Creo que contacté a Salomé el 8 de abril. Justo una semana para tener todo listo.

La ilustración quedó hermosa y la investigación fue enriquecedora. Pensar: ¿qué tanto sé de las personas a quiénes amo? ¿Cuánto les conozco? ¿Qué los podría representar? Eso, fue un ejercicio riquísimo. Quería darlo todo para poder extenderle un abrazo, un beso, una felicitación con esa ilustración y algunas fotos que tomamos con M la última vez que pudimos visitarla.
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Escribí esto al día siguiente de su cumpleaños. Por mi proyecto de grado, la depresión y otras ocupaciones no seguí escribiendo sobre la experiencia, sin embargo, HOY 10 DE MAYO, día de la madre, después de más días de aislamiento y 5 días después de la fecha de cumpleaños de mi papá, me motivé a escribirle de nuevo al ser que me dio la vida:

Mamá, tú que me diste un carácter fuerte, persistencia y sobre todo que -ahora que logro entenderlo- luchaste por nosotros después de quedar viuda tan joven y con 3 hijos, cuando pudiste derrumbarte, entrar en crisis, no actuar, enloquecer y bien era tu legítimo derecho. Hoy agradezco que nunca nos abandonaste, nunca dejaste que nos faltara nada y -aunque no creo que ser hijo sea adquirir una deuda al nacer- yo me siento infinitamente agradecida por todo. Te despojo de culpas y rencores, mamá y te libero de mi juicio, mi inmadurez, mi incomprensión; te perdono por todo y espero que tú también me logres perdonar.  

PD1: Cuiden, llamen, muestren afecto a ser especial que es madre, que es vínculo, es entraña.
PD2: Liberen ese amor tan lindo de los prejuicios sin normalizar y justificar la violencia, que  no e s válida en ningún tipo de relación, mucho menos en la familiar.
PD3: Cuídense, abríguense y tengan mucha pero mucha calma y paz. Bonitos días y semanas.


sábado, 11 de abril de 2020

Videollamadas (o afecto de pixeles) // Vol. 2



En el volumen pasado traté de esbozar un poco mi acercamiento a las videollamadas sexuales y ese atisbo de sensualidad de lo virtual/erótico. Bueno, en esta cuarentena creo que el tema ha convocado a muchos y a mí, por supuesto. A lo largo de la semana y tiempo mucho más anterior, he sostenido conversaciones con amigos (la mayoría de ellos hombres) sobre el posible significado de esta necesidad -quiero creer que no solo millenial- de intercambiar fotografías o videollamadas con tinte sensual/sexual/erótico. Ahora que estamos todos recluidos, confinados en nuestros pisos, apartamentos, casas con vistas o sin ellas, en un espacio limitado por paredes, muros verticales que dejan clara la dualidad de lo que sucede: afuera hay algo, algo a lo que no podemos/queremos/tratamos de acceder y adentro está lo seguro/lo que nos toca/lo único que escasamente poseemos: nosotros mismos. En medio de estos muros, nuestra pregunta erótica es por el otro. Porque bastante hartos ya estamos por estas semanas de soportarnos solo a nosotros, queremos contacto, ansiamos tocar al otro -aunque imaginariamente- verle, probarle, humedecerle. HUMEDECERNOS.
No siempre me ha gustado exhibir mi cuerpo, en anteriores entradas he contado sobre mi trastorno dismórfico corporal, mi insatisfacción, los vaivenes y problemas con la comida y un largo etcétera. Durante un tiempo reduje y limité mi experiencia sensual/erótica con el estándar socialmente aceptado de cuerpo femenino y claro, eso no me dejó disfrutar de mí, de mis fotografías, de lencería, del sexo en general ni mucho menos de videollamadas sexuales.
La primera, como conté fue con el médico. Después vino mi segundo novio, Sergio, a quién le llamaba la atención el tema de la videollamada digamos "romántica" y el componente erótico no podía concebirlo sin lo presencial. No le gustaba. Me resigné durante los casi 5 años que duró nuestra relación. Sin embargo, en los últimos 2, hice un amigo, Oscar, a quién conocí por una plataforma anterior a tinder llamada "adopta un man" que creo sigue en funcionamiento, y desde que nos conocimos empezamos el intercambio de fotos y material sexual. Yo tenía un portátil TOSHIBA viejo y con esa cámara tomaba mis fotografías eróticas. Mi celular no tenía buena cámara y tampoco tenia tablet. Él me hizo descargar un programa, no recuerdo bien su nombre, pero nos dejaba tener videollamadas privadas, más secretas, sin historial ni registro, ni posibilidad de descarga ni pantallazos. Creo que en ese entonces yo no entendí el nivel de seguridad tan importante que tenía. En fin, esos primeros desnudos y acercamientos a lo erótico virtual desaparecieron en la inmensidad de internet y solo los recordamos -si es que Oscar me recuerda- él y yo. Él estudiaba física en la Nacional y nuestro intercambio fue intermitente durante esos 2 años. Después el tema se volvió agotador pues él siempre quería videollamadas y logró hastiarme por completo, lo bloqueaba, me negaba... eso y que me ocasionó problemas con mi pareja, Sergio -pues era infiel, aún no descubría el poliamor-.
Después de Oscar creo que con nadie me daba la oportunidad o nadie me era tan interesante como para decidir volver a videollamar. Empecé a usar tinder, ya era soltera, pero siempre me tomaba fotos. Solo fotos. A veces yo lanzaba a internet un desnudo, un foto en ropa interior, por pura picardía, diversión, por ver cómo reaccionaba el otro pero no precisamente para quedarme ahí, masturbándome o deseando al otro. Simplemente por inercia o aburrimiento. Digamos que tomé una actitud distante frente a la sexualidad de pixeles, tampoco me sabía igual, no me llamaba la adrenalina, el fuego. También por esta época empecé a saber de muchas chicas a quiénes les colgaban sus 'nudes' -también apareció esta palabra- y las exhibían en internet, con cara, nombre y todo. Algo así como un muro de la infamia para chicas calientes y sensuales: empecé a ver el riesgo de hacerlo y sin embargo no me asusté. Daba igual. Ya no ejercía. No lo practicaba. Pero, eso sí, era horrible ver materiailizado el machismo hasta en el plano sensual/erótico/virtual y ver cómo ganaba terreno el pensamiento enfermo y generalizado de querer avergonzar a una chica o amenazarla con fotos que envió a alguien en quién confiaba.
Poquito a poco la relación con mi cuerpo fue cambiando y en esa medida empecé a tomarme fotos para ver mi progreso en el gimnasio, para desearme, para sentirme deseada. Empecé con fotos tímidas en instagram y luego el descubrimiento de las stories, incluso este mismo blog. Después de salir con un chico fisicoculturista mi autoestima cambió. Sentí -y esto es bastante superficial, debo admitir- que si un chico tan guapo se había fijado en mí, quizá SÍ era atractiva y sensual para otros. Quizá a otros también les pasaba igual. Empecé a fotografiarme para redes, a saludar en ropa interior a una audiencia imaginaria con la esperanza de que más allá de ver un cuerpo rico, follable, las chicas que me vieran se animaran también a sentirse sexies, sin importar si cumplían o no con ese canon de belleza impuesto, con ese discurso, con la delgadez, con la 'norma' femenina. Y así fue. Nunca recibí ni un solo comentario desagradable sobre mi cuerpo -que mi ansiedad siempre me aseguraba-, nunca me dijeron GORDA, no repararon en mi celulitis, en mis estrías, qué sé yo. Los hombres, claro, empezaron a hablarme. Ahí llegaron los turcos a mi vida, empezaron a ofrecerme dinero por mis fotos o 'sets' -como un paquete de fotos, d e 5 a 10 con temática que ofrecían webcammers-, a pedirme que modelara para ellos por webcam, o que iniciara un snapchat premium, o me uniera a flirt4free, que ellos pagaban en euros, dólares, con objetos, me enviaban lencería... Muchas veces me sentí tentada. Me hablaron algunos por años. Son muy insistentes. A raíz de mis lecturas de Orhan Pamuk y de otros autores de medio oriente, empecé a darme cuenta del panorama social y digamos de la forma de relacionarse con eso erótico/sensual/sexual de un joven turco contemporáneo, -especialmente los  hombres- atrapados en un mundo ya hiperconectado, una vitrina de cuerpos a la cual podían acceder solo desde lo virtual, pues su nación y sus costumbres (los que practicaban el islam) eran profundamente conservadoras y estrictas. No había sexo hasta casarse. Ninguna turca accedía a tener relaciones sexuales sin matrimonio, claro. Había prostitutas pero estaba mal visto, incluso podían ser perseguidos. De repente me pareció gozar de un privilegio, de una forma de interactuar "más libre" pero al mismo tiempo tan sexualizada que ya era también un problema. Bueno, tal vez más adelante haga una entrada sobre los turcos. Vuelvo.
Llegó a mi vida M y la fotografía, pasión que habíamos compartido juntos en la academia. Empecé a ser su modelo, aún juzgándome a veces, sintiendo que no era suficiente, indigna, pero con el tiempo me fui soltando. Fotos eróticas profesionales. Lencería. Juegos. Luces. Todo esto que he dejado entrever en el blog. Y así llego a esta cuarentena. He recibido muchas ofertas (no quiero ser pretenciosa) de sexting en esta cuarentena. Creo que a muchas chicas les estará pasando igual, incluso, pudiendo escalar al acoso virtual. Todo el mundo está buscando ese contacto y tienen las ganas alborotadas, las hormonas a  mil, las ansiedades, la priorización del sexo... Eso no tiene nada de malo, creo yo. Aunque a veces los siento tan desesperados, incluso igual o más que los turcos. Es un fenómeno complejo de analizar. Sin embargo, con nadie he accedido. Es decir, nadie me interesa para eso, y no porque "tenga sexo en vivo y en directo con mi pareja", como me insinuó alguien hace poco. No. Simplemente no me gustan, no me quiero asomar a la virtualidad del otro así, no ansío tocarlo, mucho menos por aburrimiento o curiosidad. Solo con un alguien en específico.

Con él volví a intercambiar 'packs' -palabra que también aparece recientemente- o 'nudes'. Lo hice porque me gusta quién es. Genuinamente. Porque le pienso, le deseo, quiero que me tenga -que guarde mis fotos en su teléfono si quiere-, me vea, pueda masturbarse conmigo. Jamás pensé que él me lo fuera a proponer, siendo reacio -como me había dicho que era- a las redes. Ya habíamos tenido sexo. Fue la última vez que salí antes de empezar la cuarentena, ya había hablado de él en una entrada anterior. Sí. Estoy muy tragada. En fin. Me convoca este tema ahora por el encierro, por él, porque hace mucho no lo hacía y quería reflexionar un poco sobre ello. Siento que me tomé los mejores desnudos de mi carrera (risas) esa noche con él. Aquí dejo solo dos, a él le mandé muchos más y mejores, claro. También videos, audios (suspiro). Me gusta demasiado y la distancia pesa, el afecto de pixeles no es lo mismo, ya lo habrán notado ustedes también. Ahora debo confesarles que después de  este intercambio sensual/erótico/virtual y un par de conversaciones más normales, el sujeto desapareció de redes. Así incluyo, con dolor -y sin forma de contactarlo más allá de si lee este blog- un nuevo término para el aislamiento:"ghosting".

¿Les ha pasado alguna vez?

PD: Esta última foto me la tomé al día siguiente, planeaba enviarla junto a otras a esa persona y pues... 💔

domingo, 5 de abril de 2020

Videollamadas (o afecto de pixeles) // Vol. 1




Estos días de encierro he estado pensando en las videollamadas. Creo que lo que me intriga es cómo se han convertido en una forma de asomarse a la realidad del otro, pero no un asomarse simple, burdo, sino un acercarse, embotarse –si se quiere– en la realidad del otro, realidad que tiene incluido un marco (elementos que dan a intuir una habitación o una sala, o un techo de madera, o una pared con textura lisa, estucada o con ladrillo expuesto, desorden, milimétrico orden o neurosis, etc.) y con estos deliciosos detalles nos sorprenden siempre. O al menos a mí.
Estamos acostumbrados –estábamos– a vernos desnudos, así, solo dispuestos de nuestra ropa, no cargábamos encima con nuestra casa, con nuestros escenarios, nuestras texturas o desordenes. Interactuábamos solo con nuestros colores textiles, nuestra elección de prendas –limitadas por la temporada, la moda y el gusto personal– y de ese modo nos encontrábamos con otros en igual condición de desnudez, sin la riqueza de eso a lo que arriba llamo el marco.

Veo fotografías compartidas de videollamadas de amigos. Cada uno con su escenario a cuestas, exponiéndose, diciendo: aquí estoy, este es mi contexto; y no puedo evitar verlo interesante. Supongo que antes de iniciar la videollamada hay algo en cada participante parecido a la curaduría de los museos. Por lo menos yo lo hago. ¿Qué lugar de mi casa merece ser escenario?, ¿cómo?, ¿qué debo ponerme?, ¿pijama para acentuar la intimidad o me visto para la ocasión?, ¿debo limpiar un poco?, ¿debo esconder la arenera del gato o mover un poco la cámara hacia el lado contrario?, ¿me da igual todo esto? Bueno, depende del carácter. Siento que al igual que en el arte, hasta la no escogencia o negación del marco aporta a la obra final y tiene una postura política. Así, si no me importa, estoy diciendo: “no existe noción de intimidad en medio del capitalismo y sí, estoy en pijama, tengo lagañas, me ha tomado esto por sorpresa y no, no he lavado ese tumulto de loza que se alcanza a adivinar en la pantalla”.

La primera vez que hice una videollamada fue doblemente fallida: pretendía ser sexual y falló en ese aspecto, además de fallar por conexión. Tenía 15 años, recién había entrado a la universidad y había tenido que viajar a San Francisco por la muerte de mi abuela paterna. Por ese momento salía con un chico, Jhon, que también empezaba la universidad: medicina. Estábamos distanciados por nuestras elecciones de carreras, vivíamos relativamente cerca pero las ocupaciones iniciales empezaban a entorpecerlo todo. No, miento, lo entorpecíamos nosotros. En fin, nos extrañábamos, yo pasaba por un momento difícil: no había hablado con mi abuela desde hacía 12 años, desde que nos exilió y deseó la muerte a mi hermana, mamá y a mí. Nos reencontramos con ella, ya consumida por el cáncer y raquítica, con la piel colgando como un niño somalí desnutrido, para darle nuestro perdón y olvido de toda ofensa. Ya había pasado el tiempo, no había rencor pero tampoco algo parecido al cariño. Murió instantáneamente y quiero creer que en paz. Yo estaba en mi adolescencia, con ese adolesce tan vivo del latín, un 2 de julio del 2012, lejos de mi novio, lejos de mi abuela muerta, lejos de toda sensación. Quería olvidarme de todo y tenía la excitación a flor de piel. Encendí la cámara y me mostré en ropa interior. Empecé a bailar sensual con plena consciencia de que era un espectáculo para el otro, para mi novio y sin embargo el internet lento del pueblo no dejaba asomarse lo suficiente. Me di cuenta rápidamente -por fortuna- que corría el riesgo de hacer el ridículo y que no iba a excitar a nadie con esa lentitud. Desactivé la cámara y mi novio apenas comentó algo sobre mi linda lencería. Lo tomé como algo fallido pero fue mi primer acercamiento a la intimidad virtual.

Pasó tiempo para retomar las videollamadas. Me reconcilié con ellas cuando ya vivía en San Francisco y teníamos mejor conexión por la ubicación alta de la casa. Tenía otro novio, a quién veía en la universidad, en el barrio donde estaba nuestro apartamento en Bogotá y en general en todos lados. Hacíamos videollamada en la cocina, mientras me preparaba el desayuno o para mostrarle la vista desde “el alto del chulo” una montañita que daba en lo más alto de la vereda y estaba en nuestra propiedad, desde donde se veía la carretera, el pueblo, las montañas y el cielo. Recuerdo una en especial también erótica, ya más elaborada, con un espejo de cuerpo completo y la facilidad del celular para manipular los planos y las cercanías. Yo tenía una tanga fucsia de encaje que había comprado por catálogo y arriba no llevaba nada. No me masturbé para él, solo era un avistamiento del cuerpo, de la piel, las curvas, la luz. Duró poco pero fue muy satisfactoria su expresión. A veces nos dábamos las buenas noches por videollamada, los marcos de estas últimas eran especiales: halos negros, solo se podía intuír nuestras caras en medio de la negrura pero ahí estábamos. Sabíamos que el otro era compañía por el sonido de la respiración y los suspiros, las palabras de afecto. La imagen -podría parecer- no aportaba nada, pero le añadía intimidad. En algunos marcos, una luz -que yo sabía era del televisor- variaba y a veces dejaba ver sus pestañas, parte de su nariz y su boca. Era tierno dormir así.

Antes de este encierro, las videollamadas más recientes fueron también en San Francisco, Cundinamarca, los fines de semana festivo que viajábamos en moto para visitar a mi familia y mis perros. Mi hermano llamaba de repente de Tailandia y aparecía en un marco naranja, con estatuas de buda de fondo, con su esposa que solo hablaba inglés y entendía poco el español y él, sin camisa y sudando. Todos saludando, hablando en inglés y él traduciendo en simultáneo para Kob. Nuestro marco, acá en Colombia,  era el patio, las ventanas, las orquídeas de mamá. Mi hermano se fue hace 3 años y -quién lo diría- estamos, al otro lado del mundo, comunicados por un artefacto.

El afecto y su extensión es rara. Las videollamadas son tal vez ese vaso comunicante del afecto, contacto e intimidad, que ahora más que nunca están vigentes.

P.D: El volumen 2 estará pronto. Siento que todos los días en cuarentena son domingo y que ustedes leerán cualquier día, espero no equivocarme. Saluden a los suyos virtualmente, sean cercanos -en cuanto permite la tecnología-. Besos.

lunes, 23 de marzo de 2020

Mal tiempo para ser poliamor














Digo que es mal tiempo porque estoy en cuarentena. En este momento recuerdo a la escritora Carolina Sanín en el tuit que hablaba sobre los adúlteros y su sentimiento de angustia por la separación y por tener que pasar la cuarentena con alguien a quién no aman ni desean desde hace mucho. Bueno, en mi caso no es así: aún quiero y deseo a M -no hay necesidad de pensar en duración, en el tiempo como si fuera un tremendo esfuerzo permanecer-. No. Simplemente lo amo porque nos encontramos cada día nuevo, nos miramos con amor, comprendemos los humores, las perspectivas diferentes, las necesidades, sabemos también dar espacio. En realidad un amor así es maravilloso. Pero más allá de las mieles, yo, poliamorosa, mujer que siente todo el tiempo, que es intensa, pasional... me enamoré de alguien más.
Me enamoré de alguien más y no habría porque sentir cómo se despliega un drama o un problema -si tengo un acuerdo con mi pareja- pero lo que me produce algo cercano a la angustia, este sentimiento de condena dramática es que ese "alguien más" no es mi vínculo -aún-, no es con quién -en tiempos difíciles como esta cuarentena- comparto un hogar, con quién tuve un encuentro fugaz después de haberlo deseado mucho, a quién solo le di mi whatsapp pero ni siquiera tuve la decencia de preguntar el suyo -de tan emocionada que estaba-. Qué iba a pensar yo que sería la última vez que nos veríamos, que el mundo y mi país cambiaría radicalmente por esta emergencia.

D I S T A N C I A

No me afectaba antes la distancia, ni mucho menos el espacio entre un encuentro y  el otro. No me preocupaba si nunca coincidíamos de nuevo -a pesar de lo mucho que me gustaba-, pero ahora... Parezco una puberta. Nos tenemos en una red social y lo veo, como boba, conectar y desconectarse. Pienso en mil motivos para hablarle, interpelarlo, decirle en forma de emojis (💟😻😽💕) que necesito su cercanía, que ya que no podemos vernos de nuevo -y aún cuando no sé si quiere volverme a ver- podemos hablar por algún canal: quiero descubrirlo, extenderle mi mano virtual, mi pack virtual, mi lengua virtual y lamerlo, besarlo, acompañarlo si está solo -y aún si no, qué me importa-. Entonces aquí cabe también una reflexión: en tiempos de cuarentena, ¿cómo hago para demostrar mi genuino interés por alguien? ¿Cómo hago para extender en una conversación mi afecto, mi cariño, que se entienda que no es convencional, que no es como suelo ser siempre, que exista una especie de diferenciación? ¿Cómo hago para que al decir lo que dicen todos: te extraño, te quiero, te necesito, sea una frase que de verdad aúlle al otro, lo rasguñe, lo trasgreda, lo llame?

Me supera en varios años de edad. Tiene hijos, lo sé. No es casado pero lo fue -quiero creer- y es la persona que intelectualmente más me ha gustado en unos buenos años. No es solo eso: su físico, su voz -lee de manera impresionante en voz alta- y besa y coge... y ¡agh! ¿Les ha pasado que un encuentro tan fugaz detone tantas cosas en su ser, en su alma? Yo no creo en el amor romántico, protocolario, de  pasos, de esperar, de hacerse desear, de no decir. Yo creo firmemente en que el instante se escapa rápido, rapidísimo y no, no hay que agarrarlo, ni forzarlo, simplemente decir lo que hay que decir: manifestar el cariño, la pasión y dejarlo claro con acciones y palabras, para que, una vez termine -tan fácil como llegó- el otro tenga las herramientas suficientes para saber qué es lo que quieres, si lo disfrutaste, si quieres que se repita... yo creí haberlo manifestado. Eso creí. Eso creo. Eso quiero creer. No sé si estuvimos conectados y él lo captó. No sé si realmente me entendió. Y no es que lo subestime, simplemente suele pasarme que -expuesta como me ven en redes y en el trato personal- creen saberlo todo ya. Creen que soy cálida siempre, con todo el mundo, a diestra y siniestra, que a cualquiera brindo mi conversación, mi atención, mi palabra, mi cuerpo. Y se equivocan. Yo espero que alguien me lea bien y sepa que soy más bien selectiva. Que no es fácil que yo me dé. Que dé cariño. Que acaricie. Que bese... Muchas veces lo dan por sentado: creo que es un defecto común.
Me desilusionaría saber que este sujeto me malinterpretó. Sería triste sentir que me había dejado leer y me interpretó mal. Solo sé que quiero de nuevo su conversación, nuestros silencios, su sonrisa y un montón de detalles deliciosos que guardé. ¡Qué mal tiempo para enamorarse!

Ni modo. Me queda masturbarme, ver su perfil virtual, sus fotos, recordar su tacto e ilusionarme por momentos, luego caer en la desesperanza y pensar: "¡Qué va!, qué se va a enamorar de esta aparente peladita, de esta niña, a quién le lleva más o menos la edad de uno de sus hijos."

¿Ustedes a quién tienen muchas ganas de ver y no pueden?

Posdata 1: Espero estén con su amor en cuarentena, se acaricien, se besen, se adoren. Dura poco. Aprovechen. Digan lo que sienten, de verdad conversen con el otro.
Posdata 2:  Sería lindísimo que me contaran sus tragas malucas, para no sentirme tan sola ni tan loca  en esto.