domingo, 21 de febrero de 2021

¿Escritora?



 A veces me hago esta pregunta, me miro con desconfianza y, algo incrédula, me pregunto: ¿soy escritora? Será pretensión, será que soy ilusa, será que tengo mucha autoestima, será que me gana el egocentrismo, será que, será que... ¿será?

La verdad es que es mi oficio. A lo que me dedico, sin pretensión, es a observar muy bien mi alrededor, leer mi contexto, leer los gestos y emociones de los demás (y las propias), me dedico a examinarme con lupa y examinar a los otros, pensar, repensar, darle vueltas al mismo asunto y  luego teclear, escribir, garabatear, hilar algunas frases -que con algo de esfuerzo, dedicación y sensibilidad- pueden llegar a ti, sí, a ti. 

A ti -quién sea que seas-, a ti que me lees en esta ventanita virtual.

Y... ¿cómo vive una escritora? ¿Qué hace? No sé. La verdad es que me he inventado mi propia vida. Mis rutinas, mis quehaceres. Que escribir en la mañana, que leer con un café, que seguir leyendo por la tarde, que analizar películas y series, que ver documentales, que leer revistas, artículos, revisar esto, chequear lo otro, buscar música para relajarme, para concentrarme, que leer filosofía, que hacer listas de palabras que me gustan, que me causan curiosidad, de dichos, frases sueltas, unir lo que tiene sentido, borrar, editar, buscar sinónimos, buscar mejores formas de decirlo, construir imágenes, escribir aquí para calentar, contarles cosas, soltar la lengua, soltar la tecla. Estar conmigo, convencerme de que soy escritora porque si no, ¿qué sentido tiene?

Paso mucho tiempo en mi casa -ahora más con la  pandemia-, mucho tiempo en mi estudio, en el que también invento y creo, hago collage, pinto, escribo en tableros, busco colores y flores para hacer de él un espacio hermoso; un espacio en el que me gustaría seguir permaneciendo y encontrando palabras, frases, imágenes.

La verdad es que soy escritora  porque me dedico a  pulirme en este oficio. Porque lo hago todos los días y porque, bien o mal, tengo lectores, los tengo a ustedes. Escritor sin lector no es nada. Y escritor sin obra... bueno, creo que eso depende de cómo se vea. Por ahora les adelanto que ya tengo mi primer libro: ¡escribí un libro! Se llama Lengüisuelta.

Pronto sabrán más de él. 

📚🌻

domingo, 14 de febrero de 2021

Yo soy mi San Valentín




¡Hola! Me siento a escribir esto rápidamente. Quería aprovechar para contarles que por primera vez, a mis veinticinco años, tengo un vibrador. Es mi primer juguete sexual. Creo que nunca había explorado las infinitas posibilidades de la masturbación y casi siempre me centré en tener experiencias y encuentros sexuales con otros. Sentí curiosidad y me aventuré, digamos que fue un auto-regalo, una forma diferente de conocerme y no solo de darme placer sino también de garantizar y responsabilizarme de mi cuidado y mi sexualidad. Estoy en un momento (creería) definitivo de mi conocimiento personal, no solo por la tusa, por estar soltera, por ser independiente y vivir por mi cuenta, sino que en este tiempo, esta Ximena actual, quiere escucharse más, sentirse más a sí misma y no compartirse tanto (o nada) con otros. Creo que ésa fue la razón principal para comprarme un juguete, también probar y poder reseñar en un futuro (ojalá no muy lejano) otros juguetes y/otras formas de placer en solitario y claro, sentirme más a gusto conmigo -que ha sido mi bandera los últimos años-.

Nada, quería pasar a contarles eso. No recordaba que fuera San Valentín y bueno, de todas maneras encuentro esas fechas un poco tontas e impuestas, pero no está de más decir que el amor más importante es el propio y a eso me dedico, a alimentarlo.

Y ustedes, ¿han tenido o tienen juguetes? ¿Cómo ha sido su experiencia? 👀

Me pueden seguir como siempre en todas las redes sociales como: @cuatromana

Por ahí nos vemos y charlamos, o déjenme un comentario por aquí. Bonito domingo y mucho selflove. 💕 

 

domingo, 7 de febrero de 2021

La tusa más linda

La experiencia de amar siempre será suficiente. Me repito esto mientras siento cómo un amor me atraviesa el corazón y la mente. Y mi voz inmadura también grita: qué gonorrea, qué gonorrea.

Ha sido increíble. Hasta la tusa es maravillosa. Y por maravillosa me refiero a iluminadora, a ufff... reflexiva, a ¿carajo, cómo se supera esta mierda tan bonita?

Es decir, viví 2 años y ½ con un hombre extraordinario. Un hombre que me cocinaba platos deliciosos, un hombre que tenía sexo conmigo sin asco durante mi menstruación, un hombre que en la segunda cita vino a hacerme desayuno porque yo estaba muriendo de cólicos. Si eso no es amor, qué es. Un hombre con el que compartí miles de cosas y puedo verse repetir uno a uno fragmentos de nuestra relación, cuando nos echamos un porro en San Francisco y discutimos de si debíamos cerrar la relación, de cuando él se malviajó y sintió ganas de tirarse por la ventana y dijo que nos vio morir de muchas maneras diferentes, la vez en que el gato se escapó por el techo, cuando consiguió un trabajo que quería, cuando se graduó, cuando mi perro por fin se portó bien y no se escapó e hizo popó afuera y no en la casa, la primera vez que nos bañamos juntos después de ir a recogerlo en el aeropuerto, cuando viajamos a Cartagena (jueputa, qué viaje tan increíble), cuando compré mi lencería roja y la estrenamos juntos, cuando hacíamos ejercicio al principio de una pandemia mundial, los sencillos gestos: sabía que me gustaban las festival de limón y las gomitas, sabía que amaba el aguacate, preparaba los mejores huevos pericos del mundo, esa vez que compramos nuestra mesa del comedor... 
Es como una delicada colección de momentos, un específico y adorable trabajo de curaduría en nuestro propio museo, como en el museo de la inocencia de Pamuk o esa exhibición de la vida de Joe Garner en Soul. Creo que puedo ver cada detalle minúsculo. 
Cuando adoptamos a Lucky, la primera vez que tuvimos sexo anal, la primera vez que tuve un orgasmo suyo, los audios, las conversaciones, el embarazo, cuando me dio una tos horrible y no paró en casi un mes... noche tras noche él me arropaba, me sobaba la espalda, se preocupaba. La primera vez que me orinó duchándonos, los besos espontáneos, los mejores abrazos del mundo que tras unos minutos se convertían en erección, sus manos en mis senos, su lengua en mi espalda, el sudor, las respiraciones acompasadas. Jueputa, que alguien me extirpe la memoria, la pituitaria, ese pedazo de mi alma que le pertenece. Qué gonorrea este dolor, pero qué chimba saber que alguien como él me amó, con todas su fuerzas, que yo lo amé también sin reservas, que conocí una persona tan talentosa y optimista, que nos dimos dos años y medio de ráfagas de pasión, de chispa, de vida: pura vida. 

Y es que esa experiencia de haber amado basta. Es un privilegio. Ojalá a todos los amaran bonito, así duela una gonorrea después. Ojalá les hagan fotos, los presuman, los presenten con las tías, les de orgullo hablar de ustedes, ojalá alguien les quite el tampón, les lave la ropa interior por gusto, por tener un detalle, ojalá alguien se ofrezca a hacer el tinto en la tarde para ustedes, sin azúcar, alguien les haga rollos de canela un jueves, les regale una máquina de escribir, los abrace cuando tengan ansiedad, los llame después de terminar y hablen varias horas y les digan: te extraño mucho y te amo y sé que fallé en muchas cosas... pero lo intentamos y aún anhelo estar en un futuro lejano contigo, porque todo lo que nos pasó fue hermoso.

Ojalá.