domingo, 18 de abril de 2021

Cuánta magia, cuánta responsabilidad// Vol.1

 



El 26 de julio, escribí la entrada ¿Quién se queda con el gato? y el 2 de noviembre Vivir sola 2.0 , ambas entradas son evidencia de que mi relación no estaba pasando por su mejor momento; sin embargo su fin se oficializó a finales de noviembre del 2020. 

Han sido tiempos muy raros. Una pandemia encima, mi tesis, mi actividad en redes, nuestra decisión de probar una relación fuera de los parámetros "normales" de la sociedad, probar un amor más libre y quizá más sensato... la única constante en estos tiempos de desequilibrio, ha sido el cambio.

M y yo nunca hemos perdido contacto. Nos distanciamos, dejamos de vivir juntos como pareja y cada uno se tomó un tiempo para dedicarse a sus proyectos personales y asuntos profesionales. Quizá nunca pensamos que el sentimiento mutuo iba a persistir a pesar del tiempo y la distancia, quizá lo intuíamos levemente pero cada uno debía lamerse sus heridas a solas y pensar quién ha sido, quién quiere ser, en qué se equivocó, cómo puede cambiar y/o reparar el daño... en fin. En febrero hablamos por última vez y decidimos dejar de hablarnos en toda red social por un tiempo y vernos personalmente dentro de 2 meses, más específicamente en semana santa, para hablar y ver qué pasaba. Todas las veces que estuvimos en contacto antes de febrero fueron demasiado especiales, se sentía y se veía flotar algo en la habitación que no entendíamos, algo que escapaba a toda palabra, a toda explicación. Él se ponía realmente nervioso, le sudaban las manos, se reía y se encogía de hombros; me miraba y algo le pasaba en el cuerpo, una especie de electricidad que yo no entendía. Revoloteaban muchas preguntas: ¿esto es amor?, ¿por qué el tiempo no lo ha ido desgastando?, ¿por qué desde hace casi 5 años que nos conocemos parece no terminar la atracción y el cariño?, ¿vamos a volver? UHHHHHHHHH y así ad infinitum. Casi siempre que nos veíamos, terminábamos llorando y abrazándonos mucho, con la cabeza llena de ideas y la mirada llena de cariño. Había muchas cosas por resolver: ¿él se iba a ir del país?, si era así, ¿íbamos a aprovechar los últimos meses que le quedaban en Colombia?, ¿nos íbamos a distanciar definitivamente y hacer el duelo antes de que el cruzara las puertas del aeropuerto? Eran demasiadas cosas.

Mientras tanto, no lo puedo negar, yo no la pasé mal. Salí, viajé, conocí personas, viajé con ellas, tuve sexo... y sin embargo, no sentía que ahí estuviera lo que realmente deseaba. Por fortuna tenía a mi psicóloga para ayudarme a atravesar todas esas facetas y emociones, a descifrarlas y encontrar qué quería realmente. En enero terminé mi tesis, mi obra, y sentí que podía enfocarme en otra cosa, que podía ponerle atención a lo que sentía y trabajar en eso...decidí dejar de salir con personas, cortar relaciones de raíz, relaciones que sentía que no me nutrían, que me desgastaban, me quitaban energía y comenzó un proceso de "deshierbarme": en mi jardín quedó lo que siempre tuvo que estar y, más importante aún, lo que DECIDIÓ quedarse. Entre eso estuvo, por supuesto, M. 

Se quedó sin que yo forzara nada, más bien luchó contra mis resistencias, mi escepticismo, hizo algo de fuerza para no dejarse sacar, supo enfrentar mi terquedad y supo acompañarme a pesar de que yo estuviera totalmente a la defensiva. En esas tensiones y resistencias, me enfermé. Las cosas se complicaron más para mí, con todo el miedo, la frustración, el dolor... no quería dejar entrar a nadie, no quería que nadie me acompañara y quizá con una mezcla exacta de saber dar espacio y al mismo tiempo atención, M se preocupó por mí, por mi salud y me dio la mano en un momento muy delicado. Creo que ambos nos dimos cuenta de que queríamos estar para el otro cuando tocara fondo, que haríamos lo que fuera para asegurarnos de que el otro iba a estar bien y, sin embargo, hicimos un pacto de no hablar de nosotros hasta que la marea hubiera bajado un poco.

Ahora que lo pienso descubrí mi paciencia. No sabía que tenía un amor tan paciente por ofrecer, pero sí sabía quién lo merecía y ese alguien era M. Seguimos sin vernos hasta el 1ero de abril y me sorprendió. Las emociones, mi amor por y para él estaba intacto, como si lo hubiera guardado en una maleta especial, en un cofre. Estaba ahí, sin adornos, con toda la dosis de realidad con la que se puede amar a alguien y sentir eso después de tanto, después del tiempo, de la enfermedad, de personas, de lugares, de una vaivén sin fin de emociones... significaba tanto. TANTO. Me sorprendió no solo mi disposición al amor, sino la suya también. Como fluían nuestras palabras, más sabias, más procesadas, más alimentadas por nuestras experiencias individuales en este tiempo, me sorprendió nuestra madurez, mi forma de ver la situación después del proceso de terapia de casi 1 año, me sorprendió su inteligencia, su ternura, sus detalles. Creo que el amor existe y nunca abandonó estos dos cuerpos. Se reservó para el mal tiempo y una vez pudo desplegarse con toda confianza, no dudó. AH. Qué bello y qué retador. Cuánta magia y cuánta responsabilidad. 

Creo que ese jueves pactamos algo sin decir las palabras exactas. Pactamos querernos, pactamos ser más serios, más enfocados, más comprensivos, más comunicativos, menos orgullosos, menos egoístas, menos individualistas... más equipo.

Por ahora les adelanto esto, el Vol. 2 es mucho más mágico, se los aseguro

P.D: Las personas son personas, con errores, con vaivenes, con sus propios mecanismos y antes de juzgarlos y vetarlos de nuestras vidas, debemos apelar a nuestra intuición, a nuestra comprensión (por más difícil que parezca a veces), con esto no los invito a dejar volver a entrar a sus vidas a personas tóxicas, que los/las hayan disminuido en alguna forma, solo digo que hay muchas cosas negociables, que podemos hablar desde el corazón y hacernos entender y entender al otro y, si hay acciones y compromiso de cambio, dar otra oportunidad. 

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