domingo, 28 de marzo de 2021

Lecciones varias // # 1


 

Hola a todos los y las que todavía me leen, a pesar de mi poca frecuencia en el blog últimamente. Para los y las que me leen por primera vez, muy pero muy bienvenidos a este ejercicio de narrar y reflexionar sobre lo cotidiano, de pensarme mi vida y publicarla aquí sin filtros. Si agarran algo que les resuena, si se sienten inspirados a contar su historia, si lo que tecleo aquí de alguna manera les llega al alma, al corazón, a la mente, pueden hacérmelo saber por mis redes sociales (en todas aparezco como @cuatromana) o aquí, en los comentarios. No saben lo mucho que me alegra leerlos y saber que lo que escribo llega a un o una lectora y les hace sentir algo, les hace pensar, les hace sentido. Gracias anticipadas por la curiosidad, por el click que los y las trajo hasta aquí, y nada, un abrazo.

En cuanto a la entrada de hoy, tengo muchas cosas represadas por decir. Quiénes me siguen atentamente en mis redes y chismosean y merodean por ahí, sabrán que he estado en un estado delicado de salud. Ha sido una lucha de casi 2-3 meses, constante, con altibajos, con mucha frustración, muchas lágrimas y mucho pero mucho dolor. He sentido un miedo atroz. Nunca me había sentido tan asustada. Tan confundida. Tan desenchufada de mi realidad, de mi vida, de los otros. Ha sido una cosa extremadamente retadora, densa, difícil y me ha llevado a pensar muuuuuchas muuuuchas cosas. Ustedes saben que la mente maquina sola. El cerebro es un órgano poderosísimo al servicio de nuestra experiencia, nuestra realidad, nuestro cuerpo, nuestra supervivencia y, cuando ésta última se ve amenazada, el cerebro no dudará un segundo en darle vueltas y vueltas al asunto, adelantarse a los hechos, poner las alarmas, instaurar mecanismos de defensa, repensar el problema, darle vueltas otra vez, anticiparse de nuevo a los acontecimientos y así y así y así, sin parar, 24/7, todos los días de la semana. Bueno, de las lecciones más abrumadores que me trae este período de enfermedad, es el conocimiento de mi cerebro. Cómo funciona mi mente. Cómo y cuándo se dispara mi ansiedad. Cómo segrego hormonas, químicos que me hacen anticipar escenarios desastrosos, diagnósticos terribles y devastadores, incluso, me ha llevado a mi funeral, mi muerte, mis allegados y su preocupación, mi cadáver, mis asuntos sin resolver en vida... Uh. Yo quería viajar este 2021, pero un viaje ansioso al futuro todos los días, no es nada divertido.

LECCIÓN 1: MI CEREBRO, EN NOMBRE DE LA SUPERVIVENCIA, PUEDE ENEMISTARSE CON MI TRANQUILIDAD.

Alguna vez leí en un libro -que ahora no recuerdo- que nuestro cerebro es primitivo, no ha evolucionado mucho desde la época de la caza, las tribus y las cuevas, pero cada vez se enfrenta a nuevos y diferentes estímulos, a un mundo que no para, que no da tregua, tecnologías y ciencias que avanzan y no cesan, descubrimientos, nuevos productos, materiales, ideas... etc, y no puede seguirles el ritmo. Termina respondiendo con viejos mecanismos a nuevas cosas, a nuevos problemas y siento que eso pasa siempre. Mi cerebro -no solo el mío- siempre buscará un enemigo, un posible depredador, una necesidad de huir o refugiarse, una respuesta evasiva para preservar la cordura, para preservar un estatus, para conservar una familia o un lugar seguro, para sobrevivir. 

Y bueno, esa era la primera lección que les quería compartir. Sin ganas de sonar a autoayuda o motivacional, les cuento mi experiencia reciente, lo que he estado maquinando los últimos días en esta mente loca que no para.
Ahora les pregunto, ¿les ha pasado? ¿Pueden imaginar cómo es combatir, día a día, con su propia mente, con sus propios químicos, sus propias moléculas?

Una vez más gracias por leer y por llegar hasta aquí y nos vemos en mis redes sociales (@cuatromana), los jueves por stories en instagram y los domingos de blog por aquí.

Abrazos varios, también.




jueves, 4 de marzo de 2021

Familias prestadas


Creo que mi escritura ha estado cambiando, mis temas, tras el proceso de mi tesis, ya no son mis temas o han mutado, se han transformado o, al menos, el foco se ha ido desplazando. Hay una idea que me viene rondando desde hace tiempo y cuyo germen apareció aquí, en este blog, hace 2 años, en un post aparentemente catártico sobre lo que denominé "la peor tusa de todas". Más o menos trata de una de mis amistades más longevas y cuyo fin me cambió totalmente, una amistad que aún recuerdo vívida y de la que atesoro grandes y hermosos recuerdos que con el tiempo no se han desvanecido y que incluso, en la exploración para mi tesis, revivieron en forma de un poema que se está convirtiendo en algo cada vez más y más grande. La idea que me ronda, que involucra esta amistad y esa entrada del blog es que casi todos -por no decir que todos, de veras- hemos tenido o tenemos aún -qué fortuna- una especie rarísima pero preciosa de familias prestadas. Las familias de nuestros amigos, de nuestras parejas y/o ex parejas, las familias no nucleares (tías, tíos, primos), los vecinos de toda la vida -como en mi caso- y ésas, las familias no biológicas, de no consanguinidad, o de consanguinidad de tercer grado, nos conforman como sujetos, nos han hecho o han contribuido de una forma u otra, a ser lo que somos hoy.


Más que contarles mi historia con una de mis familias prestadas, debo confesar que hago esta entrada con un desborde atípico de nostalgia, con la intención de explicarme mejor, de rumiar ideas para un futuro texto (que anticipo será un artículo y tal vez, en una etapa más avanzada, una serie de cuentos) y de inaugurar una conversación alrededor de nuestras familias prestadas, ésas que ya no vemos, de las que aún frecuentamos, de los recuerdos que bordean esa idea, de los momentos que jamás olvidaremos, de esas gentes que nos recogieron, nos acogieron en su hogar, nos brindaron una mano, una palabra de aliento, una distracción, un plato de comida y a quiénes tal vez hemos mantenido bajo llave, de quiénes tal vez nos distanciamos sin mayor motivo o simplemente de quiénes el tiempo y las ocupaciones nos fueron alejando.

Estoy muy segura que mientras leen esto, alguien o 'alguienes', les llegan a la mente y al corazón, fragmentos olvidados de la infancia, olores a sopas, a fríjoles, a chocolates, videojuegos, escenas de salas, comedores, risas... lágrimas. Estoy casi segura.

Hoy he pensado mucho en mis familias prestadas. Sus olores característicos, sus manías, sus costumbres, sus colores, sus muebles, sus maneras al hablar, sus detalles, sus palabras de aliento, sus gestos de cariño. Doy gracias por haber conocido y hecho parte de. Por haberme ganado una silla en la mesa, por ser hija adoptiva de tantos hogares, por esas personas que reconocieron en mí más que una huérfana, que vieron y siguen viendo a un miembro más de la familia: que extendieron sus brazos en dirección a mí y me invitaron con una sonrisa a posar para la foto.

Gracias, no los olvido. Y perdón.  Perdón por alejarlos, por morderlos, por mantenerlos a raya, por hacer parecer que los he olvidado. Esto último no es cierto.