domingo, 22 de septiembre de 2019

Hipervínculos, mentiras y despistes

Volví. Las semanas que pasé lejos de redes sociales me hicieron pensar bastante. ¿Por qué nos saturamos todo el tiempo? ¿Por qué nos desdibujamos entre tanto contacto virtual? ¿En realidad tengo contacto con el otro? ¿Nuestras relaciones actuales son reales o son solo simulacros?
Volví a tener ataques de pánico. La ansiedad se vuelve insoportable y entonces hay que huir a algún sitio. A  alguna persona. A alguna actividad. Casi siempre corro a la calle, a personas que me atraen, a moteles. Huyo teniendo sexo. Creí haberlo dejado atrás pero de nuevo se concreta en mis crisis. Salgo a beber, quiero perderme, me beso con alguien, nos acostamos, vuelvo a sentir ansiedad. Por eso me fui de redes. Es tan fácil contactar a alguien: un desconocido por tinder, un profesor por instagram, un seguidor por twitter. Dejar que te consuman, que con un like o un mensaje compren la oportunidad de un encuentro. Es tan fácil concretar una salida con alguien. Una cita en el centro, un encuentro para bailar por chapinero, un café por la séptima: todas como aperitivo de lo que ambos dan por hecho. Es el previo al sexo. Un eufemismo para culiar, tirar, follar, comerse.
Me cansé de hipervincularme. La gente me apabulla, me abruma. Sus gestos, sus miradas,las emociones que logro leer en su corporalidad, las palabras que usan, sus olores. El contacto me causa demasiada ansiedad.
Como bibliotecaria/promotora de lectura es un gran problema. Estás en permanente exposición al otro, a sus charlas, a sus inquietudes sobre la lectura o la vida, a los chismes que la comunidad necesita contarte, a las habladurías de los que pasan, al hambre de los hijos de vendedores ambulantes, al frío de niños venezolanos a la orilla del humedal, a la soledad de los ancianos, al peso de la rutina de los guardas de seguridad, etc. Es difícil mediar el encuentro con un libro cuando estás tan saturada de realidad. Una realidad asfixiante, triste; torpe.
Como poliamorosa es un lío. Me he abstenido de relacionarme demasiado. Actualmente solo ejerzo con mi pareja. Risas. Un mes atrás tuve sexo con alguien. Si no comprometiera su trabajo, mencionaría su nombre -como es costumbre en este blog- y no me sentiría incómoda al poner un filtro innecesario a las verdades que cuento aquí. Sin embargo, no puedo desconocer que sería un riesgo para ambos, así sea una bobada institucional. En fin, me involucré emocionalmente y puse en juego un montón de cosas. Todo fue -cosa rara- cuestión de redes sociales y acordamos un día, una hora y un lugar. Probablemente ambos podíamos oler en el ambiente lo que iba a suceder, pero era mejor darle unas cuantas vueltas al asunto, obviarlo, ir a la biblioteca, entregar un libro, luego unas polas, luego unos tequilas, luego un transmilenio y, cuando creí haber tenido el control e ir directo para mi casa, un impulso nos colocó a ambos en la intención inicial. Entonces un motel, tener sexo como un rito: unas palabras que se repetían como un hechizo, una mirada, un gesto, un apretón en la muñeca, ¡qué rico!, otra frase, otro hechizo: sexo con el extraño plus de rol de poder institucional. Qué excitante.
Mentí esa noche a mi novio. Algo inexplicable porque teníamos un acuerdo y evadí contarle hasta hace un par de días. Volvió la ansiedad con más fuerza por sentirme una mentirosa, por no saber cómo contarle lo que había pasado y por obsesionarme cada vez más con quién me acosté. Pánico. Me zafé tan pronto como pude de redes sociales para no sentirme tentada a escribirle de nuevo -no por mojigatería ni arrepentimiento- e intenté quedarme lejos de los hipervínculos un buen tiempo.
Era extraño verlo en la institución, recordar por pedazos lo que había pasado esa noche. Más extraño aún sentir que me había hechizado: no podía dejar de pensar en él. Siempre con los nervios de punta, excitada y con ganas de repetir la experiencia, aunque deprimida por notar su distancia, su ambivalencia. La dualidad e hipocresía de una relación mediada por el poder y el peso de una institución. Qué mierda. Este episodio acentuó la ansiedad que ya venía creciendo y fue inevitable que todo se fuera a pique en las siguientes semanas. Enfermedad, incapacidad laboral, insomnio, desconcentración, falta de apetito, pulsaciones altas todo el tiempo, sensación de ahogo... Incluso mis labios se secaron y sangraron casi todo el mes. No pude besar a nadie después de mucho, ni siquiera a M. Fue horrible.

Siento que estoy algo más calmada después de todo. He perdido mi celular unas 4 veces desde entonces y de maneras inusuales siempre lo recupero o vuelve a mí. Ya me es indiferente quedarme sin comunicación durante unos días, incluso lo prefiero. La semana pasada volví oficialmente a redes. Ayer volví a perder mi celular, mis documentos y muchas cosas de valor. Parece que la secuela de este lío es el despiste. M se graduó de la universidad hace unos días y antes de la celebración tuve que decirle todo lo ocurrido. No quería celebrar algo tan importante desde la hipocresía y la mentira. Le afectó porque ya había pasado un tiempo y porque acomodé versiones para no herirlo en su momento. Aún así no hubo conflicto. La verdad siempre será la mejor mediación para un daño emocional. Hoy más que nunca agradezco su inmensa comprensión, su amor incondicional -tan increíble e inmerecido- y, claro, ahora les cuento todo a ustedes.

2 comentarios:

  1. Es uno de los que más me ha gustado. Como siempre es un placer leerla

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    1. ¡Gracias! De veras. Aquí se escribe con el almita y es un gusto saber que lo aprecian :3

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