jueves, 13 de junio de 2019

Agüeros

Esta es una entrada rápida. Les quiero hablar sobre mis -nuestros, más bien- (de Miguel y míos) agüeros.
Todo comenzó en un momento de nuestras vidas en el que no teníamos tiempo de casi nada. A lo sumo cuarenta minutos al día para almorzar entre clases, trabajo -doble jornada- y nuestra reducida vida personal e intimidad. Muchas veces dejamos caer monedas, papeles y demás objetos al suelo -ustedes pensarán que exagero pero no- y nunca los recogíamos porque siempre siempre teníamos prisa. La casa, naturalmente, sufrió todas las terribles consecuencias. El polvo se acumulaba, la loza se formaba en altas torres -hasta que Miguel decidía sacar un tiempo para encargarse, pues yo odio lavar loza- y la suciedad se aglomeraba por el apartamento. Las monedas eran lo que más se veía por ahí. Empezamos a dejarlas en las esquinas para que no entorpecieran al caminar o andar descalzos, y poco a poco se acumularon en cada esquina de la casa. Desde la cocina, detrás de la nevera -¿cómo carajos?-, en el baño, unas muy cerca a la ducha -las de la foto- y en la habitación. Por montones. Las normalizamos y aceptamos que siempre iban a estar ahí, hasta que un día libre inesperado -haciendo el aseo que pedía a gritos la casa- hablamos por fin de ello.
Yo creo que podríamos convertirlo en nuestro propio agüero, le dije yo mientras vaciaba una bolsa de bicarbonato de sodio. He escuchado sobre ofrendas que hacen los creyentes a Elegua, de los Orishas. Le dejan chocolates y miel para que les abra los caminos y les de plata. Podríamos hacer lo mismo. Miguel se rió y se quedó pensando en lo curioso que sería practicar eso. Dijo algo que no recuerdo sobre la Santería y con una mueca unánime decidimos que sería nuestro nuevo y efectivo agüero para ser millonarios.
Luego vinieron las categorías. Al principio eran solo monedas de 50 y 100 pesos. Al pasar los días nos aventuramos con las de 200 y ya llegamos a las de 500. Las de 1.000 las hemos dejado para emergencias y para cualquier eventualidad -una quincena atrasada o una boda que no pagaron a tiempo-. Creo que nuestra devoción por la diosa imaginaria que nos hará millonarios -creo que ambos pensamos que se llama Mostaza, como nuestra perra- no llega hasta el punto de dejar monedas de tanto valor, pues a veces se acaba el papel o necesitamos crema dental. No somos tan extremos o fanáticos. En fin, tenemos otro agüero con las plantitas, pero en otra entrada les contaré.

Ahí les dejo. Un pequeño break de los temas dramáticos de las anteriores semanas, para que se rían y vean que la vida se compone de esos pequeños gestos -tontos, tal vez- pero llenos de significado bonito.

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