jueves, 22 de agosto de 2019

Sin título *Retazos*

Hoy no tengo un tema específico de qué hablarles. Lo cierto es que prometí hablar de mi gato el domingo pasado, pero estoy en crisis. Él sigue siendo un adorable misterio y un modelo perfecto para las fotografías que mostraré luego.



via GIFER

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Hoy no hay foto: solo palabras que acumulo y quiero desparramar. Hace rato no escribo. Últimamente solo pienso en argumentos para mis ensayos, debato mis propias teorías y me enfrasco tanto en los temas que no salgo de ahí. He pedido como 40 libros en las últimas dos semanas -la mayoría de otras ciudades porque en Bogotá nunca hay nada-. Tengo una tos que no me para desde que volví de viaje, poco apetito y mucho sueño todo el tiempo. Fui al médico y me aplicaron una inyección en una nalga -ese día tenía puesta una tanga de encaje que pude lucir en la ocasión-. Volví a escuchar Alabama Shakes después de mucho pero ya sin tanta nostalgia. Mi gato me tiene todo el cuerpo rasguñado. Un celador me acosa en mi trabajo y pone en duda que yo pueda manejar una moto. Una pandilla ha intentado robarme varias veces en el parque. Debo volver al gimnasio.
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Ayer cumplí 24 años y me invitaron a comer sushi -vegano, por supuesto-. La vida es una lista de cosas absurdas que se dividen por asteriscos. La vida es eso que pasa mientras le debes plata a alguien y estás en la mala. La vida es eso que pasa mientras dudas si irte de intercambio o no. La vida es eso que pasa mientras piensas en ligarte las trompas. La vida es eso que pasa mientras todos usan un hashtag de #PrayforAmazonia y siguen comiendo carne. La vida es eso que pasa mientras tienes tu bici en la casa de alguien a quien no quieres volver a ver. La vida es un meme de gatos. Un contacto que todavía no me atrevo a eliminar de mi celular. Una llamada que me hace un ex-cuento para desearme feliz cumpleaños el día que no es -el mismo que tiene mi bici-. Una deuda de administración. Más tos. Trabajos represados. Otra vez tos.
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Caigo en la cuenta de que tengo la edad que ponía cuando preguntaban en los juegos de infancia: ¿a qué edad te vas a casar? Porque sí, las niñas jugamos a eso desde muy pequeñas -que barbaridad- y pensamos si nuestro hijo va a ser niño o niña y, para comprobarlo, las amigas le aprietan a una la barbilla -si sale una rayita en la mitad es que es niña y si no, no-. Me río. Caigo en la cuenta de que ya casi me gradúo y tengo pánico. De que me faltan lecturas por hacer. De que no he terminado de leer a Rosseau ni a Alberto Manguel. De que cuando doy mi opinión en clase siempre destruyo el autoestima de alguien. De que cada vez son menos los saludos y deseos de feliz cumpleaños. De que un ex quiere regresar conmigo pero no se acordó de la fecha. De que debo investigar  más sobre mis obsesiones. De que ya hay que cambiarle la arena al gato.
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Me preocupan muchas cosas. Me preocupa quedar embarazada de nuevo y que todo se vuelva a ir a la mierda. Me preocupa una fecha límite para un proyecto. Me preocupa que cada vez me leen menos en el blog -porque últimamente no pongo fotos desnuda-. Me preocupa que mi novio tenga diabetes. Me preocupa que mi gato no deje de rasguñarme nunca. Me preocupa que no he sacado la basura. Que no he terminado de leer un cómic de filosofía para mañana. Que no he terminado de sacar argumentos para un ejercicio en clase. Que el tiempo pasa y las deudas crecen. Que un sigilo que probé no funcione. Que no se me quite la tos. Que el planeta se siga yendo a la  mierda. Que mientras yo rescato perro y gatos y me abstengo de tener hijos, otros explotan vaquitas y cerdos y pollos y se reproducen como conejos -pero contaminan más que los conejos-.
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En momentos así lo único que me reconforta son cuatro cosas:
1.  Saber que ya casi se estrena la  película de Steven Universe
2. Ver mi película favorita de todos los tiempos: ¿Quién engañó a Roger Rabbit?
3. Estar 24 años más cerca de morir y estar en la paz de la nada.
4. Contar con el increíble amor de Miguel♡.




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