domingo, 20 de octubre de 2019

Casita chueca

Me voy por un tiempo, casita chueca.
Espero puedas mantenerte sola
sabes donde está cada objeto
cada cosa
sabes cerrar tus ventanas
lavar tus tapetes
fregarte los baños. 
Me voy por un tiempo, casita chueca.
No creas que eres torpe
o estorbosa
no creas que me voy 
porque busco otra.
Me voy por un tiempo, casita chueca.
Solo eso
para ver si mis poemas cambian
si me refresco un poco el alma
es corto tiempo
te lo aseguro. 
Sabes donde hacerte el café
mientras regreso
donde encender la radio
 o tocarte unas notas en el viejo piano:
Me voy por un tiempo
y no es por dejarte sola.
Casita, no es para siempre
es mientras todo mejora. 

Este poema es de julio de 2013. Un mes impar de un año impar: estaba deprimida. En cuanto a casas, mi vida gitana me ha hecho cambiar muchas veces. Llevo en mí la sensación de desarraigo y novedad, la expectativa y el mal sabor de boca del hogar anterior. En orden cronológico viví en Bogotá, Sogamoso, Yopal, Sogamoso de nuevo, Bogotá, San Francisco y Bogotá. Muchas casas, casi cada año. Nuevos amigos, nuevos colegios, nuevos barrios. Apartamentos con tapete, con piso resbaloso, con buena vista o sin vista alguna, con patio o sin él, con cuarto de la empleada que nunca tuvimos o sin, cocina integral o no, espacioso o más bien angosto, casi siempre sin muebles -mamá dejó de comprar como en la 3era mudanza- y en todas las ocasiones un vértigo mezclado con curiosidad.
Llevo quieta desde el 2015 más o menos, viviendo sola o acompañada en mi apartamento. Desde hace más o menos 2 años empezó a tomar la verdadera forma de hogar. Mi hogar turquesa con vista 10/10, con ventanas de piso a techo, una buhardilla donde tengo todos mis materiales y muchas cubetas de huevo para mis manualidades. Mi escritorio turquesa y mi biblioteca, mi cama doble de webcammer y el televisor que me regaló un viejo admirador. Hoy pintamos nuestra casa con los niños. La mía tiene jardín porque es una mezcla de todas las casas que habité o habitam aún en mí. Aquí en el apartamento solo tengo 3 suculentas: Yurani, Miguel y Ximena. Tiene 'paciencia' y 'disciplina' que son dos palabras con las que me debo reconciliar, un gato negro y una niña columpiándose, seguramente Lucky y yo. Creo que en la cancha de fútbol está Miguel.
Mi casa turquesa ya no es chueca como en el poema que escribí en el 2013. Mi casa es hogar desde que decidí intentar quererme más.

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